1.000 semanas para cambiarlo todo
Blemil, la marca de leches infantiles de Laboratorios Ordesa, organiza, en el marco del 71º Congreso de la AEP 2025, la conferencia ‘Medicina ambiental: 1.000 semanas para cambiarlo todo’
Durante la infancia somos más vulnerables a la contaminación ambiental debido a que tenemos una tasa metabólica más alta y crecemos más rápido. Un bebé respira más aire por kilo de peso, consume más agua y alimentos que un adulto. Además, sus células se multiplican a gran velocidad, lo que deja menos tiempo para reparar los posibles daños causados por tóxicos, y su comportamiento exploratorio los expone aún más a contaminantes.
Así lo han expuesto los especialistas reunidos en la conferencia Medicina ambiental: 1.000 semanas para cambiarlo todo, impulsada por Blemil, la marca de leches infantiles de Laboratorios Ordesa, en el marco del 71º Congreso de la AEP (Asociación Española de Pediatría). El encuentro ha contado con la participación del Dr. Juan Antonio Ortega García, responsable de la Unidad de Salud Medioambiental Pediátrica (PEHSU) del Hospital Clínico Universitario Virgen de la Arrixaca (Murcia) y profesor de Pediatría de la Universidad de Murcia; el Dr. Juan José García García, director médico y ex jefe del Servicio de Pediatría del Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona; y ha moderado el Dr. J. Gabriel Ruiz Soler, pediatra de Atención Primaria y profesor asociado de Pediatría en la Universidad CEU de Valencia.
Salud y desarrollo en las primeras 1.000 semanas de vida
Durante la conferencia se presentó el concepto de las primeras 1.000 semanas, una nueva mirada que abarca desde la etapa periconcepcional y el embarazo hasta los 20 años de vida. «Este periodo representa una ventana crítica para el desarrollo cerebral y del organismo, en la que los factores ambientales (físicos, químicos, sociales y afectivos) ejercen un impacto decisivo. Esta visión, que amplía el tradicional enfoque de los primeros 1.000 días, constituye un nuevo marco de acción para la pediatría del siglo XXI», ha explicado el Dr. Juan Antonio Ortega, quien ha afirmado que las decisiones del entorno no sólo influyen, sino que tienen un eco duradero en la salud futura.
Y añade: «La infancia es la etapa en la que siembra la salud de toda una vida. Reducir riesgos ambientales durante estos años es intervenir en el origen de muchas enfermedades del adulto». Por ejemplo, el asma infantil se asocia con la contaminación del aire; las pubertades precoces con la exposición a disruptores hormonales; las leucemias infantiles, con pesticidas; o los trastornos del neurodesarrollo, con la exposición prenatal a metales pesados, ha detallado el especialista.
«Vivimos en un planeta contaminado, y con una creciente conciencia social de la relación salud-ambiente, y esto va a transformar la forma de trabajar de los profesionales. El mundo ha cambiado, la pediatría también debe de hacerlo», explica, por su parte, el Dr. García. «El entorno donde crecen nuestros hijos (el hogar, el colegio, la ciudad) está lleno de exposiciones invisibles. Algunas sustancias, incluso a bajas dosis, pueden alterar procesos clave del desarrollo infantil», concuerda el Dr. Ortega.
Medicina Ambiómica y Dieta Cognitiva
En este sentido, los expertos apuestan por un modelo de medicina ambiental encargado de vigilar y controlar los factores del entorno que afectan a la salud de la población. Una disciplina que analiza el ambioma del paciente. «Las unidades de pediatría ambiental no son un extra: son la base de una pediatría contextualizada», ha aclarado el Dr. García.
«Si el genoma es la partitura, y el exposoma es el ritmo del entorno, el ambioma les engloba como un director de orquesta que interpreta esa partitura de forma única en cada ser humano. La medicina ambiómica expande la medicina de precisión a través de un enfoque integral, anticipatorio y personalizado. No renuncia a lo molecular, pero no se detiene allí», ha opinado el Dr. Ortega. El Dr. García se muestra de acuerdo: «Esta visión de la pediatría complementa y expande el conocimiento genético y fisiológico con una mirada social y ecosistémica, permitiendo abordar enfermedades complejas desde una lógica más comprensiva». «Así, donde antes veíamos una enfermedad inexplicable, ahora vemos un contexto invisible. La medicina ambiómica nos da las gafas para leerlo», puntualiza el Dr Ortega.
El compromiso de Blemil con el bienestar infantil
Durante la charla, se presentó también el concepto de «Dieta Cognitiva», una herramienta clínica integral que va mucho más allá de los alimentos. Es la «dieta» de estímulos que el cerebro infantil consume a diario: nutrientes, aire, agua, sueño, afectos, vínculos, ritmos, juego, contacto con la naturaleza, o incluso el silencio entre otros. Esta dieta no solo previene enfermedades: modula el desarrollo cerebral y fortalece la salud mental en las primeras 1.000 semanas. Permite a pediatras y familias diseñar entornos protectores y entrenar funciones ejecutivas clave. «No es solo prevención. Es neuroprotección activa desde la vida diaria», señala Ortega. Este enfoque también abre la puerta a nuevas oportunidades de innovación terapéutica y tecnológica, desde moléculas neuroprotectoras o inmunomoduladores, hasta biotecnologías que mitiguen el impacto del estrés oxidativo ambiental. Un nuevo campo emergente con alto potencial de desarrollo y emprendimiento clínico.
Como marca comprometida con la salud de la infancia, Blemil trabaja para generar conciencia y promover hábitos saludables desde los primeros meses de vida, con el objetivo de contribuir a un entorno más seguro y enriquecedor para los más pequeños. Desde su experiencia en nutrición infantil, apuesta por una medicina más integradora, preventiva y respetuosa con el entorno, que permita a cada niño desarrollar su máximo potencial desde el inicio de la vida.