La fragilidad en el paciente trasplantado de riñón conlleva peor pronóstico y calidad de vida, pero mejora con el trasplante en 7 de cada 10 casos
La investigación ha sido realizada por el Hospital Regional Universitario de Málaga sobre una muestra de 65 pacientes, y fue presentada recientemente en el 8º Congreso Nacional de la Sociedad Española de Trasplante (SET)
La fragilidad es un estado clínico, asociado a la edad, que implica una disminución de la reserva fisiológica y de la función en múltiples órganos y sistemas, lo que confiere una disminución en la capacidad para hacer frente a factores estresantes crónicos o agudos, y una mayor vulnerabilidad ante los mismos. En el paciente trasplantado de riñón, la literatura científica ha descrito que conlleva un síndrome inflamatorio que produce envejecimiento celular y vascular del injerto renal, con riesgo de función retrasada del injerto renal, reingreso hospitalario y disminución de la supervivencia del receptor. De ahí que conocer de forma más exacta el impacto de la fragilidad en los resultados del trasplante renal sea una importante preocupación para los especialistas.
Un estudio realizado en el Hospital Regional Universitario de Málaga entre 65 pacientes candidatos a un trasplante renal incluidos en lista de espera entre octubre de 2019 y octubre de 2021, y presentado recientemente en el 8º Congreso Nacional de la SET en Bilbao, ha aportado nuevos datos al respecto. En una muestra con una edad media de 58 años, 70% de hombres, un 61% de receptores con cierto grado de fragilidad y un 22,5% con un grado alto, el estudio no encontró diferencias significativas en cuanto a parámetros analíticos de inflamación, ni observó mayor riesgo de función retrasada del injerto, ni rechazo agudo, aunque sí una supervivencia global del injerto disminuida en pacientes con un algún grado de fragilidad.
A partir del análisis de los datos, los autores concluyen que “la fragilidad frecuente entre los pacientes que van a recibir un trasplante renal conlleva un mayor porcentaje de reingreso a los 90 días, peor calidad de vida y mayor dependencia”, siendo “un factor de riesgo para mortalidad y pérdida del injerto”. Sin embargo, del mismo modo, subraya que el 67% de los pacientes frágiles mejoran ese estatus tras el trasplante renal. Dicho de otra forma, mejoran sus indicadores de fragilidad (evaluados por la escala FRAIL) tras recibir el trasplante de riñón.
El retrasplante en mayores de 65, la mejor opción
Por otro lado, un segundo estudio, desarrollado en el Hospital Universitario Dr. Peset, de Valencia, y centrado en pacientes mayores de 65 años, acaba de concluir que el retrasplante renal es la mejor opción terapéutica para pacientes de esa edad a los que les empieza a fallar el injerto renal.
Según esta investigación, también presentada en el Congreso de la SET en Bilbao, sobre una muestra de 259 pacientes, el retrasplante en pacientes de estas edades presenta resultados evolutivos y de supervivencia comparables a las de primeros trasplantes en pacientes de similares características.
Concretamente, el trasplante anticipado (antes de entrar en diálisis) entre los pacientes retrasplantados resultó similar al de los pacientes trasplantados por primera vez. La dosis de globulinas utilizadas en inducción fue superior en los retrasplantados sin diferencias en infecciones o neoplasias durante el seguimiento. La función renal fue también similar, excepto en el primer mes en que la creatinina sérica fue menor en los retransplantados. Finalmente, la supervivencia al año y a los 3 años de injerto y paciente fueron similares en ambos grupos.
Unos datos que llevan a los autores a concluir que se debe valorar de forma precoz el retrasplante en pacientes mayores con un injerto renal que empieza a fallar, considerándolo la mejor opción terapéutica, preferible a la entrada en diálisis, pues aportaría beneficios, tanto al paciente por sus resultados clínicos, como al sistema sanitario por sus menores costes.