La salud mental es el pegamento de una respuesta humanitaria efectiva
Una respuesta humanitaria sin atención en salud mental es incompleta: para que una recuperación sea sostenible, es necesario integrar la salud mental y el apoyo psicosocial
En el Día de la Salud Mental, Médicos del Mundo alerta de la importancia de incorporar la salud mental en toda respuesta humanitaria. No basta con salvar vidas: en un conflicto no solo está en juego la integridad física, sino también la manera en la que las personas y comunidades se perciben a sí mismas.
«Las crisis humanitarias no solo destruyen infraestructuras y medios de vida. También erosionan certezas, vínculos e identidades, dejando una huella invisible que se manifiesta en el cuerpo, en los recuerdos y en la vida comunitaria», explica Amparo Villasmil, referente de salud mental de Médicos del Mundo.
La salud mental, la gran invisible en las crisis
Las crisis humanitarias golpean dos veces: destruyen las condiciones materiales de vida y, al mismo tiempo, debilitan los cimientos emocionales y comunitarios que sostienen el bienestar.
La salud mental sigue siendo la gran invisible en la vida cotidiana de las crisis, marcadas por la violencia, la pérdida o el desplazamiento. El impacto es profundo: una persona que vive con estrés crónico o hipervigilancia tiene menos capacidad de recuperación, mayor riesgo de complicaciones físicas y menor adherencia a tratamientos médicos.
Conflictos que dejan heridas
En Ucrania, miles de personas siguen viviendo con un sistema nervioso en permanente estado de alerta. Aunque las casas se reconstruyan, el miedo a perderlo todo impide restablecer la confianza en el futuro. Este dolor invisible se manifiesta en insomnio, temblores, imposibilidad de concentración, etc.
En Palestina, los bombardeos en Gaza y las restricciones en Cisjordania no solo destruyen hogares o limitan la movilidad. Penetran en la vida íntima de las personas y en la forma en que las comunidades entienden quiénes son. «Vivir con la amenaza constante de perder a un ser querido o el hogar fragmenta familias, alteran los roles entre padres, hijos y abuelos, y generan un duelo continuo», apunta Villasmil.
De lo individual a lo colectivo
La OMS (2022) reconoce que la exposición a violencia, desplazamiento, catástrofes o pérdidas significativas es un determinante central del sufrimiento emocional y de trastornos como la depresión y la ansiedad. Médicos del Mundo subraya que reducir este fenómeno a un problema individual invisibiliza su dimensión relacional y colectiva. La ruptura que supone vivir en una situación de conflicto afecta de lleno a la identidad, que no es solo individual, sino también histórica y comunitaria. Las crisis prolongadas erosionan la sensación de pertenencia, modifican los roles sociales y transmiten narrativas de inseguridad o desvaloración. Con el tiempo, las comunidades pueden interiorizar marcos que perpetúan la vulnerabilidad: vivir en alerta, desconfiar del otro, creer que no se merece bienestar o justicia.