Ayuda en Acción
Con más de cuarenta años de historia y alcance internacional, Ayuda en Acción dispone de un tejido que ofrece respuestas rápidas
Ayuda en Acción nació en España en 1981, en el clima de apertura social que siguió a la transición democrática, y desde entonces ha ido tejiendo una trayectoria marcada por la cooperación al desarrollo y la acción humanitaria. Sus primeros pasos se vincularon a ActionAid, organización con la que compartió enfoque y alianzas en los años iniciales; con el tiempo consolidó identidad propia y una red internacional con presencia directa en América Latina, África y Asia. La anécdota fundacional (un viaje a la India del fotógrafo Gonzalo Crespí y su encuentro con Vicente Ferrer) resume bien esa mezcla de impulso cívico y pragmatismo organizativo que caracteriza a la entidad.
Hoy, Ayuda en Acción define su misión en términos de creación de oportunidades para la infancia, la adolescencia y la juventud, con especial atención a quienes sufren desigualdad y exclusión. El acceso a la salud y al bienestar entendido de forma amplia (nutrición, agua y saneamiento, salud sexual y reproductiva, prevención comunitaria) se ha convertido en una de las palancas constantes de su intervención, porque sin salud no hay aprendizaje posible ni tránsito digno hacia el empleo. La organización trabaja actualmente en 18 países y mantiene 25 sedes en España, Portugal, África y Latinoamérica, lo que le da capilaridad territorial y capacidad para acompañar procesos a medio plazo.
Organigrama y dirección
La arquitectura institucional de la entidad se apoya en un Patronato como órgano de gobierno con funciones de supervisión y estrategia y una Dirección General que coordina áreas técnicas y operativas. Según su organigrama público (2023), la estructura incluye Programas (con direcciones regionales y de países), Ayuda Humanitaria, Marketing y Comunicación, Finanzas y Servicios Generales, Recursos Humanos, Tecnología, Asesoría Jurídica y Captación de Fondos. La dirección general está a cargo de Fernando Mudarra y la organización cuenta con una dirección adjunta; esta distribución permite integrar la cooperación a largo plazo con respuestas de emergencia y con acciones de incidencia y movilización social.
En el ámbito sanitario, sus funciones combinan tres planos complementarios. El primero es el fortalecimiento del acceso a servicios esenciales: agua segura, saneamiento e higiene (WASH), nutrición y salud primaria. La justificación es clara: una parte sustancial de las enfermedades diarreicas en la infancia se previene garantizando agua potable, saneamiento e higiene de manos; ese vínculo, ampliamente documentado por UNICEF y la OMS, convierte a WASH en política de salud pública tanto como de desarrollo.
El segundo plano es la salud sexual y reproductiva con enfoque de derechos, crucial en países donde el embarazo adolescente sigue siendo alto y sus complicaciones son una de las principales causas de mortalidad entre chicas de 15 a 19 años; la evidencia internacional de la OMS subraya la necesidad de educación, prevención y servicios adaptados a adolescentes.
El tercero es la respuesta humanitaria ante crisis como conflictos, desastres climáticos o epidemias en los que la organización articula seguridad alimentaria, WASH y protección, trabajando con alianzas como Alliance2015.
De América a África
El alcance de esta labor se entiende mejor a través de proyectos concretos. En Guatemala, un programa reciente evaluado externamente, Waletb’anil, trabajó durante 27 meses con 11 comunidades indígenas Mam y Ch’ortí para mejorar la salud materno-infantil y reducir la desnutrición crónica, combinando acciones de cambio de comportamiento, seguimiento de embarazos, fortalecimiento comunitario y nutrición. La intervención partió de un diagnóstico intercultural y de derechos y dejó aprendizajes operativos sobre escalabilidad.
En Mozambique, la entidad ha impulsado espacios comunitarios para debatir salud sexual y reproductiva, violencia de género y matrimonio precoz, involucrando a líderes, docentes y familias para frenar el abandono escolar de niñas.
En Honduras colabora en la instalación de «clínicas amigables» para adolescentes, con atención, orientación y seguimiento en salud sexual y reproductiva y prevención de embarazos tempranos.
La provisión de agua y saneamiento es otro de los ejes con trayectoria. En la zona de Wolaita (Etiopía), Ayuda en Acción ha desarrollado proyectos WASH con socios locales para asegurar suministro y prácticas de higiene; iniciativas similares se replican en comunidades rurales de Ecuador, donde se trabaja en sistemas de agua potable y saneamiento para familias campesinas. En ambos casos, los resultados impactan de forma directa en la morbimortalidad por enfermedades hídricas y en el tiempo disponible de mujeres y niñas, tradicionalmente responsables de acarrear agua.
También en España
La pandemia de COVID-19 puso a prueba esta capacidad operativa. En 2020, la organización movilizó un plan global que alcanzó a más de 758.000 personas con medidas de prevención, entrega de insumos, apoyo alimentario y transferencias, entre otras acciones; el trabajo se articuló con redes locales y con la alianza Alliance2015 para amplificar la cobertura. La experiencia confirma que la protección social y las respuestas de salud pública deben ir de la mano para reducir el impacto sanitario y social de emergencias de esta magnitud.
Dentro de España, el programa Aquí también, activo desde 2013, actúa sobre determinantes sociales de la salud infantil: becas de comedor para garantizar alimentación equilibrada, meriendas saludables, y campañas de hábitos sanos con revisiones bucodentales y oftalmológicas en centros educativos. La intervención, que se despliega en varias comunidades autónomas, complementa políticas públicas y ofrece un colchón para hogares en vulnerabilidad.
Programas a largo plazo y respuestas rápidas
Estos ejemplos reflejan objetivos que combinan urgencia y estructura: reducir desigualdades sanitarias y nutricionales; promover entornos protectores para la infancia y la adolescencia; fortalecer sistemas comunitarios de salud y agua; e integrar la perspectiva de género y de derechos en todas las fases del proyecto. La estrategia de Ayuda en Acción ha permitido sostener programas a medio plazo sin renunciar a la capacidad de respuesta rápida en emergencias. Todo ello se apoya en una gobernanza formal, una red territorial amplia y una agenda sanitaria alineada con el ODS 3 de salud y bienestar, que la organización traduce en educación para la higiene, nutrición y salud sexual, y en servicios concretos donde más falta hacen.
A la vista de la evidencia internacional la pertinencia de su enfoque sanitario parece fuera de duda. Que una ONG de origen español mantenga, cuatro décadas después, una combinación de arraigo local y proyección internacional sugiere que la salud, bien entendida, no es un sector, sino el idioma común de cualquier política seria de desarrollo.