Efemérides

17 de junio

Hace 150 años, entrar en un quirófano suponía una apuesta a vida o muerte. El descubrimiento de la anestesia había conseguido salvar a muchos pacientes, pero otros efectos adversos como infecciones postoperatorias, la gangrena o la septicemia, hacía que la mitad de los pacientes operados falleciesen.

En las intervenciones, los cirujanos llegaban con ropa de calle y se cambiaban en el quirófano y se ponían batas ya usadas y con restos de otras operaciones. Sobre los instrumentos que se utilizaban, se limpiaban después de la operación, pero no antes, y si alguno se caía al suelo, lo recogían y proseguían con la operación. Tras la operación, la sonda que se empleaba para drenar el pus de la herida de un paciente, se aplicaba a continuación al de la siguiente cama.

El tema de las infecciones era tan grave que se llegó a hablar de abolir la cirugía en los hospitales. A raíz de esto, el cirujano británico Joseph Lister sospechó que el problema no estaba en el aire para que se creasen infecciones, si no en la propia herida. Por ello, siguiendo los pasos y las ideas de Louis Pasteur, Lister buscó una sustancia química con la que se pudiese aniquilar los gérmenes. Tras varios experimentos, llegó al ácido carbólico, que entonces se utilizaba para evitar la putrefacción de las traviesas de ferrocarril y la madera de los barcos.

Entonces, Lister creó un protocolo para esterilizar el instrumental quirúrgico, las manos de los cirujanos, los apósitos y las heridas con soluciones de ácido carbólico y así, el 17 de junio de 1867, el cirujano publicó su método antiséptico en la revista The Lancet.

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