26 de marzo
Hoy, 26 de marzo, se conmemora el 210º aniversario del fallecimiento de Joseph-Ignace Guillotin, médico francés que, como puede deducirse por su nombre, fue uno de los ideólogos de la guillotina moderna. Contrario a la creencia popular, Guillotin no fue el inventor expreso del artilugio, pues este tiene una historia bastante más longeva. Sin embargo, sí que fue esencial para entender no solo la evolución del aparato, sino también los fundamentos de equidad, fraternidad y dignidad que impregnaron en primer lugar la Revolución Francesa como acontecimiento, y la democracia y Estado de derecho actuales.
Guillotin nació un 28 de mayo de 1738 en Saintes, Francia. Su más temprana educación corrió a cargo de los jesuitas en Burdeos, lugar en donde obtuvo un Máster Universitario de Artes a sus 23 años. Sin embargo, al poco tiempo de ejercer como profesor se dio cuenta de que su verdadera aspiración era la medicina, así que marchó a Paris a formarse como doctor.
Un invento que revolucionó el Estado de derecho
Tras años trabajando como médico, Guillotin comenzó una carrera paralela como político. Con el estallido de la Revolución Francesa, y a causa de su experiencia como médico, comenzó a preocuparse por el trato de los presos y en particular, por la existencia de la pena capital. Se opuso a ella desde el principio, pero fracasó estrepitosamente en abolirla. Fue entonces cuando presentó un proyecto en el que el ejecutado moriría de forma rápida, indolora y con dignidad, especialmente en comparación a los métodos de ejecución hasta entonces vigentes en el mundo.
Como bien hemos adelantado antes, la guillotina no fue un invento de Guillotin. Ya en la Edad Media existían aparatos de decapitación para ejercer la pena capital. Sin embargo, su diseño era hosco y rudimentario, y no tenía en cuenta la dignidad del ajusticiado. Del mismo modo en Francia existían por aquel entonces varios métodos para aplicar la pena de muerte, como la horca. El invento de Guillotin, junto a los principios que presentó protegiendo la igualdad de trato de los presos o la no discriminación de la familia de los reos, hacen de él una figura clave en el desarrollo del Estado de derecho en Europa.