Farmacéuticos Sin Fronteras de España (FSFE)
Tras 35 años de historia, FSFE da cobertura a diferentes países de África, Asia, América del Sur y el Caribe
Farmacéuticos Sin Fronteras de España (FSFE) nació en 1990 como respuesta profesional y organizada a una emergencia sanitaria concreta: un grupo de 18 farmacéuticos, conmovidos por la epidemia de cólera en Perú, decidió articular una ONG capaz de aportar asistencia farmacéutica allí donde la pobreza se expresa con más crudeza en la salud. En sus primeros años impulsó iniciativas de sensibilización y de financiación con un fuerte componente sectorial (campañas de recogida de medicamentos no utilizados y de reciclaje de radiografías) y dio sus primeros pasos en respuesta a desastres, con intervenciones tras el huracán Mitch que derivaron en proyectos estables de apoyo hospitalario en Centroamérica.
Con el tiempo, el trabajo en España también se abrió camino: la atención a víctimas del 11M en 2004 cristalizó en una línea de «cuarto mundo» que hoy convive con la cooperación internacional, la ayuda humanitaria y la formación. La entidad ha llegado a más de 27 millones de personas en 51 países, ha ejecutado 16 acciones de emergencia en nueve países y, desde 2006, ha canalizado donaciones de medicamentos y material sanitario por valor de millones de euros a través de su Banco de Medicamento.
La misión de FSFE es inequívoca: prestar asistencia farmacéutica a poblaciones que sufren pobreza en su salud, reforzando el acceso y el uso racional de medicamentos y contribuyendo a la salud pública con saneamiento, agua, nutrición y educación sanitaria. La organización adopta la forma jurídica de asociación conforme a la Ley Orgánica 1/2002; su base social se articula en asamblea general de asociados y su visión es consolidarse como referencia del sector farmacéutico en cooperación, donaciones, acción social y formación.
Una entidad que funciona como eslabón entre la industria farmacéutica y la sociedad
Sobre esa base, FSFE ha desarrollado una arquitectura operativa que combina programas propios y alianzas. El Banco de Medicamentos se ha convertido en un engranaje clave entre industria y entidades sociales: más de 15 millones de beneficiarios, donaciones a 51 países, 80 laboratorios colaboradores y 128 ONG receptoras. Además de contextos internacionales (Haití, Filipinas, Santo Tomé y Príncipe, Siria o Guinea Ecuatorial), el programa ha intervenido en emergencias nacionales recientes como COVID-19, la erupción del volcán de La Palma, la llegada de refugiados afganos o las inundaciones en Huelva, lo que ilustra una función dual: responder a crisis y sostener estructuras sanitarias de proyectos de desarrollo.
La dimensión formativa, imprescindible para profesionalizar la cooperación farmacéutica, se concreta en el Proyecto Boticarios: un itinerario plurianual que combina un curso de gestión e intervención en cooperación y ayuda humanitaria con estancias de campo y la creación de una red técnica. En 2022–2023, por ejemplo, farmacéuticos participaron en la implementación de servicios de farmacia y botiquines satélite en cantones de Manabí (Ecuador), con socios locales que garantizan continuidad y apropiación.
En el plano de la acción social en España, la iniciativa Más Saludable traslada la promoción de hábitos sanos y el uso racional del medicamento a colectivos vulnerables, apoyándose en una app, materiales didácticos, talleres y un sello para farmacias formadas. Con ello la ONG refuerza su idea de farmacia comunitaria como primer nodo de salud pública, también para quienes encuentran barreras sociales o administrativas.
Labor humanitaria al pie del cañón
La respuesta a la invasión de Ucrania ejemplifica su capacidad de movilización en red. Desde febrero de 2022, FSFE integró un clúster operativo junto a SAR Navarra y otras entidades para articular un corredor España-Polonia-Ucrania: dieciséis camiones con medicamentos, productos y equipos; envío de incubadoras, camillas y una ambulancia; despliegue de farmacéuticos; y asesoramiento a donantes y organizaciones civiles. La combinación de logística, criterio técnico y formación del personal local muestra el valor diferencial que aporta la farmacia en crisis prolongadas.
A ese despliegue se suman campañas de sensibilización que también financian proyectos. La recogida de radiografías inservibles ha acumulado más de 168 toneladas, se ejecuta con gestores autorizados y convierte la plata recuperada en recursos para programas. Junto a exposiciones como Lienzos por Tonga, que recaudan fondos para fortalecer servicios materno-infantiles en hospitales africanos, estas acciones acercan al público el valor sanitario y ambiental de una cooperación bien gestionada.
El organigrama traduce la vocación de buen gobierno en estructuras concretas. La asamblea de asociados (en su mayoría farmacéuticos) elige una junta directiva que, a día de hoy, preside Antonio María Rabasco, con M.ª Dolores de la Villa y Ana María Aliaga como vicepresidentas y M.ª Dolores Palomino como secretaria general; completan el equipo, entre otros, Carolina Holgado y Mercedes Camps. La dirección general recae en Ángel Huélamo, que representa a la entidad en comisiones técnicas del tercer sector y de compliance. La ONG subraya además la independencia de su junta respecto a partidos, sindicatos, grupos empresariales y administraciones, y participa en redes como la Coordinadora de ONGD, la Federación Andaluza de ONGD, ICONG y la World Compliance Association, lo que facilita estándares de transparencia y alianzas operativas.
Fortalecer y formar
La concreción de objetivos deriva de ese marco: asegurar medicamentos de calidad en contextos frágiles; fortalecer servicios farmacéuticos y cadenas de suministro; formar a profesionales y agentes comunitarios; promover salud pública desde la farmacia; y rendir cuentas con herramientas de buen gobierno. Ejemplos recientes en España, como la donación de material de protección y productos sanitarios a Cáritas Toledo durante la pandemia, o la asistencia continuada a proyectos de acogida confirman un enfoque que alterna respuesta inmediata con desarrollo de capacidades.
Treinta y cinco años después de su fundación, FSFE sigue ocupando un espacio singular: hace de la competencia técnica del farmacéutico un instrumento de cooperación útil y medible, integra a la industria y a la red colegial en circuitos de donación responsables, y combina la intervención en terreno con la formación y la pedagogía social. No se trata de «llevar medicinas» sin más, sino de construir, junto a socios locales y organizaciones civiles, servicios que sobrevivan a la emergencia y mejoren la vida cotidiana de quienes la pobreza ha dejado más expuestos. Esa ha sido, y continúa siendo, su forma de entender la solidaridad farmacéutica.