Fiebre en niños, ¿cuándo preocuparse?
La fiebre en los niños es uno de los motivos de consulta pediátrica más frecuentes y no siempre es necesario
Aunque puede resultar alarmante para madres, padres y cuidadores, en la mayoría de los casos, la fiebre en bebés y niños se trata de una respuesta natural del cuerpo ante una infección leve. Sin embargo, hay situaciones en las que sí conviene prestar especial atención y consultar con un profesional sanitario.
Hablamos de fiebre cuando la temperatura corporal supera los 38ºC tomada de manera rectal, o 37,5ºC si la tomamos en la axila. Entre 37,5 y 38ºC se considera febrícula. Hay que destacar que la fiebre no es una enfermedad en sí misma, sino un síntoma del que el sistema inmunitario está actuando frente a una infección, ya sea bacteriana o viral.
En bebés y niños, las infecciones virales como los resfriados, la gripe o las infecciones gastrointestinales son las causas más comunes de fiebre. También puede aparecer tras la aplicación de vacunas, debido a la activación del sistema inmune. En algunos casos, infecciones bacterianas como otitis, amigdalitis o infecciones urinarias pueden estar detrás del aumento de la temperatura corporal.
Cuándo no es motivo de alarma y cuándo hay que preocuparse
La fiebre por sí sola, sin otros síntomas de alarma, generalmente no requiere una visita urgente al médico. Si el niño se mantiene activo, bebe líquidos, juega y responde bien a estímulos, se puede vigilar en casa. En estos casos, es importante mantenerlo bien hidratado, no abrigarlo en exceso y ofrecerle alimentos ligeros o leche en el caso de los bebés, si tiene apetito. El uso de antitérmicos como paracetamol o ibuprofeno puede aliviar el malestar, pero no es obligatorio si el niño no se siente incómodo.
Sin embargo, existen algunas señales que indican la necesidad de consultar con un pediatra:
- Menores de 3 meses: cualquier fiebre en un bebé tan pequeño debe ser valorada por un profesional.
- Fiebre alta persistente: si dura más de 3 días sin signos de mejora.
- Letargo o irritabilidad excesiva: si el niño está muy decaído, no reacciona como de costumbre o no se despierta con facilidad.
- Dificultad para respirar: respiración rápida, ruidosa o con hundimiento de las costillas.
- Rigidez en el cuello, vómitos continuos o convulsiones.
- Erupciones en la piel que no desaparecen al presionar.
- Signos de deshidratación: boca seca, llanto sin lágrimas, orina escasa o ausencia de orina por más de 8 horas.
En términos generales, la fiebre en los niños suele ser una señal de que su cuerpo está combatiendo una infección. La mayoría de las veces no representa una emergencia, pero es fundamental observar el estado general del niño y estar atentos a los signos de alarma. Ante la duda, siempre es recomendable consultar con un profesional de la salud para una valoración adecuada y tranquilidad de la familia.