GSK
GSK, de botica londinense a potencia mundial mediante ciencia, vacunas y compromiso con la salud
Un origen que se remonta tres siglos atrás
Hablar de GSK es recorrer parte de la historia moderna de la medicina. Sus raíces nos llevan a 1715, cuando un joven boticario llamado Silvanus Bevan abrió en Londres una pequeña farmacia, Plough Court Pharmacy, en el barrio de Lombard Street. Aquel modesto local acabaría siendo el germen de Allen & Hanburys, un nombre que resonó durante más de un siglo en el panorama farmacéutico británico. Mientras tanto, en Filadelfia, en 1830, se fundaba Smith, Kline & Co, una compañía que revolucionaría el modo en que se fabricaban y distribuían medicamentos en Estados Unidos.
En paralelo, en la campiña inglesa surgían empresas como Beecham, especializada en laxantes y jabones medicinales, y en Londres nacía Burroughs Wellcome, conocida por sus innovadores comprimidos listos para administrar, en una época en la que los medicamentos aún se preparaban a mano en las farmacias. Estas firmas, pioneras y visionarias, acabarían entrelazando sus destinos en un complejo mapa de fusiones y adquisiciones que daría forma a una de las mayores farmacéuticas del mundo.
Las fusiones que hicieron historia
Durante el siglo XX, la industria farmacéutica vivió un proceso de concentración a gran escala. En 1995 se produjo un movimiento decisivo, ya que Glaxo y Wellcome se unieron para formar Glaxo Wellcome, creando una de las corporaciones más potentes en terapias respiratorias, antivirales y VIH. Apenas cinco años más tarde, en el año 2000, llegaría otro paso gigantesco con la fusión con SmithKline Beecham. De aquella unión nació GlaxoSmithKline (GSK), que pasó de inmediato a ocupar un lugar de liderazgo mundial en innovación médica.
Este proceso no solo fue una integración de marcas y carteras de productos, sino también de culturas empresariales. Es decir, la tradición británica de investigación académica se mezcló con el enfoque estadounidense más industrial y pragmático, dando lugar a una compañía global que supo equilibrar ciencia, negocio y visión estratégica.
Medicamentos icónicos y hitos científicos
A lo largo de su historia reciente, GSK ha firmado capítulos clave en la lucha contra algunas de las enfermedades más graves de nuestro tiempo. Uno de los hitos más recordados fue el desarrollo de AZT, el primer tratamiento eficaz contra el VIH, que transformó la vida de millones de personas a finales de los años ochenta y principios de los noventa.
En el ámbito respiratorio, la compañía se convirtió en referente con Advair (conocido en Europa como Seretide), un medicamento que mejoró la calidad de vida de pacientes con asma y EPOC. En paralelo, la compañía apostó por las vacunas, una de sus principales fortalezas hoy en día. Igualmente, GSK ha desarrollado y producido algunas de las vacunas más utilizadas en el mundo, desde las de la infancia hasta las dirigidas contra enfermedades más complejas.
Más recientemente, la compañía fue pionera en terapias génicas como Strimvelis, aprobada en Europa como la primera terapia génica ex vivo para inmunodeficiencias graves. Este tipo de avances reflejan cómo la empresa ha pasado de la química clásica a las fronteras más avanzadas de la biotecnología.
La transformación de GSK hacia una biofarmacéutica especializada
En 2021, GSK anunció un giro estratégico, ya que pretende dejar atrás el modelo de compañía mixta para centrarse casi exclusivamente en biopharma, con especial atención a vacunas y medicamentos especializados. Para ello, dividió su negocio de consumo masivo, responsable de marcas tan populares como Sensodyne, Voltadol o Advil, que pasaron a formar parte de una nueva empresa independiente llamada Haleon en 2022.
Esta separación permitió a GSK liberar recursos, enfocar su investigación y dar un mensaje claro al mercado, es decir, que su futuro está en la ciencia aplicada a las enfermedades más complejas, con una ambición que va más allá de lo comercial.
Un gigante con alcance global
Actualmente, GSK está presente en más de 75 países y cuenta con tres centros estratégicos de investigación en Reino Unido, Estados Unidos y Bélgica. Su plantilla supera los 70.000 empleados y su pipeline suma más de 70 medicamentos y vacunas en desarrollo. Las áreas prioritarias incluyen inmunología, enfermedades infecciosas, oncología y enfermedades raras.
La compañía se ha fijado un objetivo ambicioso, ya que pretende impactar positivamente en la salud de 2.500 millones de personas para 2030. No se trata solo de curar, sino de prevenir y transformar la calidad de vida de comunidades enteras, especialmente en países donde el acceso a la medicina moderna sigue siendo un reto.
El compromiso de GSK con la sostenibilidad
Uno de los rasgos más distintivos de la GSK actual es su compromiso con la sostenibilidad. La compañía ha anunciado metas claras: electricidad 100% renovable en todas sus operaciones para 2025, reducción del 80% de sus emisiones para 2030 y neutralidad de carbono en toda su cadena de valor en 2045.
No se trata solo de números. GSK ha rediseñado envases, reducido el uso de plásticos de un solo uso, optimizado el consumo de agua y se ha implicado en proyectos de protección de la biodiversidad. Estas medidas no solo responden a la presión social y regulatoria, sino a una convicción interna de que la salud humana depende de la salud del planeta.
La figura de Claire Lund, vicepresidenta de Sostenibilidad, ha sido clave en este camino, posicionando a GSK como referente global en acción climática dentro del sector farmacéutico.
GSK en el futuro, ciencia con propósito
El futuro de GSK se perfila como un equilibrio entre innovación científica, sostenibilidad y responsabilidad social. Con proyectos avanzados en vacunas de nueva generación, inmunoterapias y terapias génicas, la compañía quiere situarse a la vanguardia de la medicina personalizada.
Su hoja de ruta combina ciencia y propósito, con una visión clara: no se trata únicamente de desarrollar medicamentos rentables, sino de hacerlo con un impacto tangible en la vida de millones de personas en todo el planeta.