Psicólogas sin Fronteras
A treinta años de su génesis, Psicólogas sin Fronteras sigue recordando por qué es tan importante el cuidado de la salud mental en los colectivos más vulnerables
Psicólogas sin Fronteras nació en València en 1994 como respuesta a una pregunta incómoda y urgente: para qué sirve la psicología cuando una comunidad entera sufre. Aquel impulso, surgido del entorno del Col·legi Oficial de Psicologia de la Comunidad Valenciana, prendió como una práctica sostenida de acción humanitaria y psicosocial, que con el tiempo se ha consolidado y replicado en alianzas locales e internacionales sin perder su raíz valenciana. En 2024, Psicólogas sin Fronteras celebró su 30º aniversario, fiel a la idea de que la salud mental de calidad es un derecho y no un privilegio.
Desde entonces, la organización ha combinado la intervención cercana en la Comunidad Valenciana con la capacidad de movilizarse ante situaciones de crisis y emergencias, desplegando dispositivos de atención psicológica inmediata y acompañamiento psicosocial. Esa flexibilidad, que les permite tanto estar al pie del cañón como activar equipos ante contingencias, ha sido una constante en su forma de entender la salud mental como bien común.
El núcleo de su labor es psicosocial en sentido amplio: garantizar acceso digno a la salud mental a quienes más lo necesitan, tejiendo respuestas comunitarias adaptadas a contextos de vulnerabilidad. En lo concreto, eso significa escucha y atención psicológica individual y adaptada al contexto de cada paciente, acompañamientos psicosociales sostenidos, refuerzo de redes de apoyo y acompañamientos a recursos públicos cuando procede. La brújula ética es clara: derechos humanos, enfoque comunitario, feminismo, con un enfoque decolonial e interseccional del cuidado y trabajo en red.
Ocho ejes de trabajo que abarcan todos los sectores posibles
La cartera se organiza en ocho ejes de trabajo que traducen esa visión en práctica cotidiana: SAPEC (Servicio de atención psicológica en emergencia y crisis), Respira y Calma (manejo de ansiedad y estrés), Apoyo en Crisis (Personas afectadas por problemas de vivienda como desahucios), Migraciones, Feminismos (violencia machista), Sensibilización y Educación para el Desarrollo y la Ciudadanía Global (EpDCG), y Trabajo Social (incluido el apoyo a cuidadoras). Cada eje combina atención con grupos, talleres y procesos de dinamización vecinal, según las necesidades de cada territorio.
El alcance territorial prioriza la proximidad: barrios de València y coordinación con redes ciudadanas y servicios públicos. En 2019, el área de Migraciones superó las 1.500 atenciones y el recurso de Apoyo en Crisis registró 702 atenciones a 261 personas, con un impacto tangible en vivienda, empleo, alimentación y estabilidad emocional de quienes no alcanzaban cobertura institucional. Son cifras que ilustran una forma de hacer: intervenir donde duele, sin burocracias innecesarias y con derivaciones cuando es pertinente.
Esa misma lógica de cercanía opera fuera de España cuando la realidad lo exige. En cooperación, Psicólogas sin Fronteras ha concentrado esfuerzos en América Latina a través de proyectos como Vida Libre, que combinan atención integral a mujeres y adolescencia con redes de promotoras comunitarias, y ha respondido a emergencias en países de acogida. En Moldavia, en el marco del conflicto de Ucrania, Psicólogas sin Fronteras implementó un dispositivo de atención psicosocial y fortalecimiento de capacidades en violencia de género que acumuló 700 atenciones a 241 personas destinatarias entre 2022 y 2023. Son intervenciones que enlazan primeros auxilios psicológicos con procesos de recuperación y empoderamiento.
Psicólogas sin Fronteras para el mundo
La estructura organizativa está pensada para sostener este ritmo: sede en València, áreas funcionales (acción humanitaria y cooperación internacional) y un organigrama operativo que articula coordinación general, ejes temáticos y voluntariado. Todo ello se acompaña de transparencia: memorias, planes estratégicos y cuentas públicas accesibles. No hay retórica vacía: hay planificación, evaluación y rendición de cuentas.
Los objetivos que guían su intervención son nítidos: prestar asistencia psicosocial y sociosanitaria a personas en situación de vulnerabilidad; actuar con poblaciones afectadas por catástrofes, conflictos o crisis sociales; y hacerlo sin discriminación por origen, género, religión u opinión. De ahí la insistencia en enfoques de derechos con enfoque decolonial e interseccional, donde clínica y comunidad se retroalimentan, y donde el cuidado del equipo es condición de posibilidad del cuidado a las personas.
A lo largo de estos años, Psicólogas sin Fronteras ha combinado intervención directa con sensibilización y defensa del derecho a la atención psicológica pública, gratuita y de calidad, documentándolo en memorias y campañas. Desde grupos de Respira y Calma hasta las acciones de Apoyo en Crisis, pasando por la denuncia de vulneraciones (especialmente en grupos socialmente excluidos o minoritarios) y el fomento del voluntariado especializado, la organización mantiene un equilibrio entre clínica, comunidad y exigencia de políticas públicas a la altura.
En conjunto, Psicólogas sin Fronteras demuestra que la salud mental puede organizarse como bien común: cercana, competente culturalmente y sostenida por una mezcla de fondos públicos y privados bajo reglas de transparencia. Su historia, del impulso comunitario de 1994 a los proyectos actuales en Valencia y Bolivia, pasando por la respuesta en Moldavia, apunta a un horizonte simple y ambicioso: que nadie vea vulnerado su derecho a recibir apoyo psicológico por vivir lejos, por ser pobre o por haber huido de una guerra.