Superar el duelo a golpe de pop punk
Casi dos décadas más tarde, exploramos como My Chemical Romance nos dejaron una de las mejores reflexiones sobre la muerte y su impacto en la gente que nos rodea
Bendito sea el tiempo. Por un lado, es el único bien que jamás aumenta, se desangra inexorablemente; por otro, nos da la ventaja de la perspectiva. La primera nos define como seres finitos, la segunda nos permite cambiar, como persona principalmente, pero también de opinión. Gracias a esta segunda propiedad del tiempo podemos revalorizar circunstancias, situaciones, a la gente… y también el arte. Estas dilucidaciones metafísicas no son baladí, vienen completamente al caso.
Lo cierto es que hay gran cantidad de obras cuyo éxito inicial no se corresponde con el posterior. No hablo simplemente de éxito comercial: la crítica y la percepción social cumplen un rol crucial en los juicios de valor. Los anglosajones, que para estas cosas son muy pragmáticos, tienen una expresión, «Age like fine wine» (que en español vendría a ser «Envejecer como el buen vino») que es bastante autoexplicativa e ilustrativa en este caso.
Cuando la banda de pop punk My Chemical Romance lanzó en 2006 su álbum The Black Parade, presentaron al mainstream una experiencia inmersiva que explora la vida, la muerte y el duelo con una intensidad teatral de gran ambición. A través de una combinación explosiva de pop punk, emo y glam rock, la banda liderada por Gerard Way construyó un viaje sonoro no solo conmovedor y pegajoso, que además les catapultó al Olimpo del rock dosmilero, sino que también invitó al oyente a reflexionar sobre la inevitabilidad de la muerte y el legado que dejamos a los nuestros una vez partimos a la siguiente vida. Casi 20 años después, este disco, que en su momento se juzgó como producto de su tiempo, ha demostrado envejecer, perdón por la repetición, como el buen vino.
Viaje al más allá en trece temas icónicos
The Black Parade sigue a «El Paciente», un personaje que, en su lecho de muerte, hace frente a su propio final. En lugar de un abrupto fundido a negro, su muerte se manifiesta como una oscura cabalgata, una visión teatral basada en el recuerdo más poderoso de su infancia. Tras esto, inicia un viaje al más allá en el que reflexiona sobre su vida y como su muerte afectará a sus seres queridos.
El tema de la memoria es recurrente en todo el disco: por un lado, reitera que son nuestros recuerdos más significativos los que moldean y definen nuestra identidad; por otro, explora como nos recordarán las personas de nuestro entorno una vez dejemos de estar aquí. Esto enlaza a su vez con el otro tópico del que habla el álbum, el duelo. Y es que, si tenemos en cuenta el modelo de Kübler Ross, apreciamos como las diferentes canciones del disco remiten a cada una de las cinco etapas del duelo establecidas por la psiquiatra suiza.
Negación e ira
El álbum arranca con The End., una intro que, con sus potentes muros de sonido, nos sitúa en los instantes previos a la muerte del protagonista. A esta le sucede Dead!, un tema pegadizo y animado que reflexiona con cierta sorna sobre la muerte, afrontando la desesperación inicial con sarcasmo, pero también con desconcierto e incredulidad
A estos dos temas se les suceden otros cinco en los que se explora la lucha interna del protagonista. Desde This Is How I Disappear hasta House of Wolves, pasando por The Sharpest Lives, Welcome to the Black Parade y I Don’t Love You, se reflexiona sobre los sentimientos de culpa y rabia sentidos al hacer frente a un destino inevitable. Una vez más, los recuerdos juegan un papel importante, especialmente en Welcome to the Black Parade. En este tema, quizá el más venerado del álbum, My Chemical Romance hablan sobre el poder de la memoria. En una suerte de revelación proustiana antes de su muerte, el Paciente rememora un recuerdo de su infancia e insta a sus seres queridos a continuar sin él. Aquí Way nos explica que, aunque hayamos muerto, seguiremos vivos en el recuerdo de la gente que dejamos atrás.
Negociación, depresión y, finalmente, aceptación
Con una instrumentación mínima y un desgarrador y crudo lirismo, Cancer es un testimonio sobre la vulnerabilidad y la despedida. En lugar de pelear contra lo inevitable, la canción expone la realidad de la muerte con una honestidad devastadora. Este peso emocional se intensifica en Mama y en Sleep, dos sentidas reflexiones sobre el miedo que sentimos al hacer frente a la muerte. Por su parte, Teenagers y Disenchanted exploran amargamente el desencanto con la vida, cuestionando si todo el esfuerzo realizado mereció la pena.
Aunque el tono del disco sea más negativo a partir de la segunda mitad, el álbum cierra con Famous Last Words, un himno que, con cierto tono esperanzador, nos insta a aceptar nuestro destino último como parte del proceso natural de la vida. Y es que, aunque este tema reconoce la mortalidad, su mensaje es de fortaleza: incluso en la oscuridad, hay una motivación para seguir adelante. Es normal sentir miedo, pero no existe más alternativa que continuar luchando.
La muerte no como el final, sino como un nuevo comienzo
En su esencia, The Black Parade no nos habla solo de la muerte, sino también de la importancia de vivir con un propósito. Canciones como la ya mencionada Welcome to the Black Parade encapsulan esta idea: con su imaginería gótica y sus ritmos épicos nos alientan a los oyentes a reflexionar sobre nuestro impacto en el mundo y a asumir que la huella que dejamos una vez dejemos de existir depende exclusivamente de nosotros.