29 de julio
El 29 de julio de 1804 se inició en Málaga la epidemia de fiebre amarilla, por la cual fallecieron más de 11.000 personas. También hubo otra epidemia igual un año antes, en 1803. La infección fue tal, que más del 35% de la población malagueña falleció en esos dos años, y un 15% huyó del lugar. En noviembre de 1804 se dio por finalizada la epidemia y Málaga pasó de tener casi 52.000 habitantes, a cerca de 25.000.
Por aquel entonces, no había tratamiento eficaz ni existían unas medidas preventivas rudimentarias, por lo que la fiebre amarilla se extendió muy rápido entre la población. Cuando alguien enfermaba, solo se podía esperar si sanaba o moría, la vida de las personas infectadas se «solucionaba» en unas dos semanas, falleciendo uno de cada dos infectados.
Las autoridades de la ciudad, impusieron cordones militares para evitar que la población huyese y se extendiese la enfermedad por otras ciudades, aunque localidades de alrededor sufrieron también una gran pérdida de la población.
El brote de 1804 fue incluso más virulento que el del año anterior, afectando a una población ya muy debilitada por el primer brote. Juan Manuel Aréjula, médico de la Corte española, fue enviado por Carlos IV para que determinara las causas de esta epidemia.