El déficit de vitamina D, un problema creciente que amenaza la salud de la mujer en la menopausia
Dos tercios de la población española no alcanza en su organismo los niveles recomendables de esta hormona
En España se estima que un 63,2% de la población presenta déficit de vitamina D, un problema que tiene especiales consecuencias en la mujer menopáusica, tal y como se ha destacado en el marco del XXIII Curso de Formación Continuada del Grupo GEMMA (Grupo de Estudio para la Menopausia de Madrid), que está celebrándose en el Hospital General Universitario Gregorio Marañón.
“En la etapa menopaúsica el defecto de vitamina D se relaciona directamente con la osteoporosis y el riesgo de fracturas, con la sarcopenia y el riesgo de caídas; pero, además, aumenta el riesgo de padecer enfermedades crónicas como la obesidad, enfermedades cardiovasculares (enfermedad coronaria y accidentes cerebrovasculares) e hipertensión arterial, enfermedades metabólicas (como la diabetes tipo 2) y el desarrollo de procesos neoplásicos (como el cáncer de mama y cáncer de colon)”, ha destacado el Dr. Manuel Marcos Fernández, que es coordinador de Ginecología de HM Hospitales, quien aconseja específicamente en mujeres con osteoporosis postmenopáusica sometidas a tratamiento “mantener niveles óptimos de vitamina D para optimizar la respuesta en términos de densidad mineral ósea y prevención de fracturas”.
Y es que la vitamina D ejerce una importante influencia sobre el aparato locomotor y, en especial, sobre la función muscular. Su deficiencia se relaciona con mayor riesgo de caídas (sobre todo en ancianos), así como con una disminución del volumen y de la fuerza muscular. Además, y dado que interviene en procesos de proliferación celular muscular y en la señal osteomuscular, las personas con deficiencia de vitamina D presentan mayor frecuencia e intensidad de dolores musculares y articulares crónicos, así como menor tolerancia al esfuerzo y al ejercicio. Como resume el presidente de la Sección de Asistencia Privada de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO), “la vitamina D juega un papel crucial en metabolismo mineral óseo, y mantener un nivel adecuado de esta hormona mejora los resultados de densidad mineral ósea en cadera, disminuyendo el riesgo de fractura y mejorando la respuesta a tratamientos antiresortivos”.
Poner el foco
Desde hace años se asume esta influencia de la vitamina D sobre el metabolismo mineral óseo, pero existe un resurgimiento del interés por conocer sus efectos extraóseos, tratando de establecerse su relación con enfermedades autoinmunes, procesos oncológicos, enfermedades metabólicas, enfermedades cardiovasculares e hipertensión arterial, con la patología muscular, e incluso con el embarazo y la fertilidad. “Se ha demostrado que tiene una vital importancia en las distintas etapas de la vida de la mujer, ya que prácticamente todas las células del organismo tienen receptores específicos para vitamina D”, indica este experto.
Por ello, como demanda el Dr. Manuel Marcos, que lidera una candidatura para presidir SEGO, “el mayor conocimiento actual de los efectos de la vitamina D en la gran mayoría de órganos del cuerpo humano hace que adquiera una nueva dimensión de estudio e investigación clínica encaminada a mejorar la salud global de la mujer”.
Se ha comprobado, por ejemplo, como la vitamina D mejora la sensibilidad de insulina en diferentes tipos de células (hepáticas, musculares y de tejido graso), además estimula la liberación de insulina y actúa como un factor protector de diabetes. De hecho, según indica el Dr. Marcos, “existe una relación inversa entre las concentraciones circulantes de vitamina D y el riesgo de diabetes tipo 2”.
De igual forma, se sabe que la vitamina D puede intervenir en el proceso de desarrollo oncológico a través de la activación de macrófagos, de la proliferación y diferenciación celular, de la apoptosis y de la angiogénesis. Según subraya el Dr. Manuel Marcos, “se ha observado que niveles adecuados de vitamina D se asocian a un menor riesgo de cáncer de mama, próstata y colon y recto”; en concreto, añade, “la vitamina D tiene una acción clave en la regulación de variados mecanismos celulares involucrados en la transformación tumoral de las células”.
Un déficit ‘mundial’
En la actualidad la deficiencia de vitamina D supone una pandemia mundial que afecta a más de la tercera parte de la población mundial. En España, a pesar de las múltiples horas de sol de las que disponemos, se produce una situación similar, e incluso con niveles inferiores a los de países nórdicos con menor exposición solar pero que acostumbran a suplementar e implementar la dieta.
“Esto se debe sólo el 10% de la vitamina D en nuestro organismo es ingerida a través de la dieta, y el resto a través de su síntesis en la dermis como consecuencia de la incidencia de los rayos UVB sobre la dermis”, afirma el Dr. Marcos Fernández. Respecto a lo aportado por la dieta, según recuerda, “tan solo los pescados azules y derivados lácteos son ricos en vitamina D”.
Pero existen en nuestro país una serie de factores que van a dificultar esta síntesis, como es la existencia de filtros solares (capa de ozono y nubes, contaminación, cristales, incidencia oblicua de rayos solares en función de la latitud, color oscuro de piel, factores de protección solar, etc..) “que hacen necesaria una suplementación oral con vitamina D para mantener niveles adecuados en sangre”, indica el experto del Hospital Universitario MH Montepríncipe. Por otro lado, la melanina compite por la energía fotónica de los rayos ultravioleta solares a nivel de la piel; por ello, los individuos de piel más oscura necesitan entre 3 y 4 veces más exposición solar para alcanzar iguales niveles de vitamina D que los de piel clara.
Existe un consenso internacional de que las necesidades óptimas de vitamina D son aquellas que permiten alcanzar un nivel sérico de 25 OH vitamina D superior a 30 ngr/ml, ya que es con este nivel de vitamina D con el que se consigue la máxima absorción intestinal de calcio y frenar a la glándula para tiroidea para detener el posible hiperparatiroidismo secundario.