Cambio climático y el aumento de enfermedades vectoriales
El cambio climático no solo está transformando el planeta con olas de calor, incendios forestales y deshielos; también está alterando los patrones de enfermedades que afectan a millones de personas
Una de las consecuencias más preocupantes que está ocurriendo es el aumento de enfermedades vectoriales, sobre todo dengue y malaria, que se propagan a través de unas especies de mosquitos. Estos cambios ya son una realidad que afecta a diferentes regiones del mundo, incluso en zonas donde antes estas enfermedades eran prácticamente inexistentes.
¿Qué son las enfermedades vectoriales?
Las enfermedades vectoriales son aquellas que se transmiten por organismos vivos (vectores) como mosquitos, garrapatas y pulgas, los cuales transportan patógenos de un huésped a otro. En el caso del dengue y la malaria, los vectores son los mosquitos Aedes aegypti y Anopheles.
Estos vectores tienen ciclos de vida y comportamientos altamente sensibles a factores ambientales como la temperatura, la humedad y la disponibilidad de agua estancada. Por lo tanto, cualquier cambio en el clima puede tener un impacto directo en su abundancia y capacidad de transmitir dichas enfermedades.
La conexión entre el cambio climático y los vectores
El aumento de la temperatura global favorece la expansión geográfica de los mosquitos hacia zonas más templadas y de altitud más elevada, donde antes no podían sobrevivir. Por ejemplo:
- El Aedes aegypti, transmisor del dengue, ha ampliado su rango hacia el sur de Europa y regiones altas de América Latina.
- El Anopheles, vector de la malaria, se está desplazando a zonas montañosas de África, Asia y América del Sur, donde la población no tiene inmunidad natural contra la enfermedad.
Además de la temperatura, las lluvias intensas y las sequías prolongadas crean condiciones favorables para la reproducción de mosquitos. Las lluvias aumentan los criaderos naturales y artificiales de agua estancada, mientras que las sequías obligan a las personas a almacenar agua en recipientes abiertos, lo que también sirve como criadero de estos insectos.
Datos alarmantes e impacto en los sistemas sanitarios
- La OMS estima que más de 3.900 millones de personas en más de 120 países están en riesgo de contraer dengue.
- Los casos de malaria alcanzaron los 249 millones en 2022, con más de 600.000 muertes, la mayoría en África subsahariana.
- Algunos estudios dicen que, si no se toman medidas urgentes, la carga mundial de estas enfermedades podría duplicarse para 2050 debido al calentamiento global.
Para los profesionales sanitarios, el aumento de enfermedades vectoriales supone un reto significativo. La aparición de brotes en zonas donde el sistema de salud no está preparado para diagnosticar o tratar estas enfermedades puede provocar diagnósticos erróneos, tratamientos inadecuados y una carga adicional en los servicios hospitalarios.
Además, se requiere una formación continua para que los profesionales puedan identificar los síntomas, conocer los protocolos de manejo clínico y participar activamente en campañas de prevención y educación comunitaria.
Estrategias de respuesta y prevención
La lucha contra las enfermedades vectoriales en el contexto del cambio climático exige un enfoque multidisciplinar que combine salud pública, urbanismo, gestión ambiental y además, un cambio de comportamiento en la sociedad. Algunas estrategias clave incluyen:
- Vigilancia epidemiológica y entomológica. Monitorear la presencia de vectores y brotes de enfermedades para actuar de manera oportuna.
- Educación y divulgación a la sociedad. Informar a la población sobre la importancia de eliminar criaderos de mosquitos y usar medidas de protección personal, como mosquiteras y repelentes.
- Urbanismo inteligente. Diseñar lugares con sistemas de drenaje eficientes y evitar acumulaciones de agua.
- Investigación y desarrollo. Invertir en vacunas, tratamientos efectivos y métodos de control biológico de vectores.
- Coordinación. Integrar a los sectores de salud, medio ambiente, educación y planificación urbana para una respuesta más eficaz.
El papel del profesional sanitario
Los profesionales sanitarios tienen un papel fundamental en la adaptación a esta nueva realidad. Su trabajo va más allá de diagnosticar y tratar; también incluye educar a la sociedad, detectar patrones emergentes y colaborar con las autoridades locales y nacionales para disminuir el impacto del cambio climático sobre la salud.
Además, es vital que el trabajador sanitario esté incluido en las políticas climáticas y de salud pública, participando de manera activa en el diseño de estrategias de moderación y adaptación.
El cambio climático está reconfigurando el mapa mundial de las enfermedades infecciosas. El aumento de enfermedades como el dengue y la malaria no es solo una cuestión ecológica o geográfica, sino un desafío sanitario urgente. La prevención, la educación y la acción conjunta son esenciales para evitar que millones de personas sufran las consecuencias de un fenómeno que, aunque lo veamos de forma global, tiene impactos profundamente locales.