Causas, consecuencias y soluciones de los trastornos del sueño
El sueño reparador nos ayuda a recuperar energía, procesar recuerdos y mantener el equilibrio físico y emocional
Dormir bien no es un lujo, es una necesidad. Cuando no logramos descansar correctamente, todo nuestro día se ve afectado. Y si ese problema se repite con frecuencia, es posible que estemos frente a un trastorno del sueño.
El insomnio es uno de los trastornos del sueño más conocido. Se manifiesta cuando cuesta quedarse dormido, cuando el sueño se interrumpe varias veces por la noche o cuando, aun durmiendo, la persona no se siente descansada. Aunque puede aparecer de manera ocasional, ya sea por estrés, preocupaciones o cambios de rutina, en algunos casos se convierte en algo crónico y muy difícil de manejar.
Otro problema frecuente es la apnea del sueño. Se produce cuando la respiración se detiene de forma repetida durante la noche. Quien la padece suele roncar fuerte y despertarse sin saber muy bien por qué, y durante el día siente un cansancio constante. No es un simple mal dormir, esta condición está relacionada con un mayor riesgo de hipertensión y enfermedades del corazón.
También existen otros trastornos, menos conocidos, pero igualmente importantes. Por ejemplo, el síndrome de piernas inquietas genera una sensación incómoda que obliga a mover las extremidades al acostarse, lo que retrasa el inicio del sueño. La narcolepsia, en cambio, provoca episodios repentinos de sueño durante el día, a veces en momentos inesperados y peligrosos.
Sobre sus causas, no hay una única respuesta. En muchos casos, el estrés y la ansiedad son los grandes culpables, porque impiden que la mente y el cuerpo se relajen. Los malos hábitos también pesan: horarios irregulares, abuso de cafeína, cenas copiosas o el uso del móvil antes de dormir. A esto se suman factores médicos, como problemas respiratorios, dolor crónico u obesidad. Y en algunos trastornos, como la narcolepsia, incluso la genética tiene un papel importante.
Consecuencias de no dormir bien
Las repercusiones van mucho más allá del simple cansancio. La falta de sueño de calidad aumenta el riesgo de hipertensión, diabetes tipo 2 y enfermedades cardiovasculares. También afecta a la memoria, la concentración y la productividad, lo que se traduce en dificultades laborales o académicas.
En el plano emocional, dormir mal favorece la irritabilidad, la ansiedad y la depresión. Incluso el sistema inmunitario se resiente, lo que nos hace más vulnerables a infecciones. Y no hay que olvidar la seguridad, la somnolencia diurna es una de las principales causas de accidentes de tráfico y laborales.
Cómo se pueden tratar
El primer paso casi siempre es mejorar la higiene del sueño. Mantener horarios regulares, reducir el uso de pantallas antes de acostarse, evitar estimulantes por la tarde y crear un entorno tranquilo y oscuro en la habitación pueden marcar la diferencia.
Cuando estos cambios no bastan, los tratamientos médicos resultan fundamentales. En el caso del insomnio, la terapia cognitivo-conductual suele ofrecer buenos resultados a largo plazo. Para la apnea del sueño, el dispositivo CPAP, que mantiene las vías respiratorias abiertas durante la noche, es la herramienta más eficaz. En trastornos como el síndrome de piernas inquietas o la narcolepsia, existen medicamentos específicos que ayudan a controlar los síntomas.
Dormir no debería ser un problema, pero para muchas personas lo es. Lo importante es reconocer cuándo las dificultades para descansar van más allá de lo puntual y buscar ayuda profesional.