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Cepillo de dientes, ¿cada cuánto debe cambiarse?

Conocer los cuidados que se deben seguir con el cepillo de dientes es esencial para llevar una correcta salud bucodental

Cuando pensamos en objetos y elementos que forman parte de nuestra vida diaria la mayoría de la gente suele pensar en el coche, en los instrumentos de cocina, la televisión o los muebles de nuestros hogares. Sin embargo, existe uno que tiene una presencia constante y que se suele pasar por alto. El cepillo de dientes es un símbolo de cotidianidad; todo el mundo tiene (o debería tener) uno en su casa y lo usa (o, una vez más, debería usarlo) varias veces al día. Del mismo modo que cuando compramos una televisión o un microondas estos vienen con un periodo de vida útil llamado obsolescencia programada, los cepillos de dientes tienen igualmente una «fecha de caducidad». Saber cuando reemplazarlos es esencial para que cumplan su propósito de forma eficaz y así evitarnos otros problemas como infecciones.

Este tiempo de uso ronda alrededor de los dos meses, según recomiendan los expertos. Los motivos tras esto suelen ser dos: por un lado la acumulación de bacterias en las cerdas; por otro, el desgaste que estas sufren con el tiempo hace que el cepillo deje de cumplir su propósito. Y es que, con su empleo, las fibras se desgastan y se abren, complicando una correcta higiene bucodental. Todo esto, ya sea por la presencia de gérmenes o por la nula eliminación de la placa bacteriana, favorece la aparición de enfermedades periodontales. Es por ello que deben seguirse las recomendaciones profesionales y cambiar el cepillo de dientes cada dos o, como mucho, tres meses.

Otros factores a tener en cuenta con el cepillo de dientes

Sin embargo, este periodo de uso no es la única precaución que debemos tomar con este instrumento, puesto que existen más factores que pueden impactar en su seguridad y utilidad. Tras cada cepillado, el cepillo de dientes debe dejarse secando al aire libre. Cubrir el cabezal con una capucha cuando este se encuentra aún mojado crea una suerte de efecto invernadero, mantiene la humedad y fomenta la proliferación de gérmenes. Saber esto es particularmente relevante, pues muchos cepillos suelen venderse en conjunto con una cubierta de plástico que instintivamente empleamos para tapar el cabezal inmediatamente tras su uso. Asimismo, y en esta línea, es conveniente lavarse las manos antes y después del cepillado para impedir lo que se conoce como infección cruzada.

Además, es necesario desecharlo tras haber pasado por una gripe, resfriado o infección bucodental. Puede resultar evidente, pero seguir utilizando el mismo cepillo en tal caso es una petición a gritos para volver a contraer una enfermedad. Finalmente, las personas que se han sometido a una cirugía, que reciben un tratamiento de quimioterapia o que estén inmunodeprimidas deberán cambiar de cepillo cada pocos días con el fin de evitar granjearse problemas extra.

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