Ignaz Semmelweis, el médico que luchó por la higiene en los hospitales
Semmelweis fue un médico húngaro del siglo XIX cuya contribución a la medicina salvó innumerables vidas
Ignaz Semmelweis nació el 1 de julio de 1818 en Buda, hoy parte de Budapest, Hungría, y estudió Medicina en la Universidad de Viena, donde más tarde trabajaría como obstetra.
Durante el siglo XIX, la fiebre puerperal, también conocida como sepsis postparto, era una de las principales causas de muerte entre las mujeres que daban a luz en los hospitales. En muchos centros médicos, la mortalidad era demasiado alta, alcanzando hasta un 30%. El doctor Semmelweis, al observar la tasa de mortalidad en la clínica obstétrica del Hospital General de Viena, observó que las mujeres atendidas por médicos y estudiantes fallecían con más frecuencia que aquellas que eran tratadas por parteras.
La sepsis postparto se caracteriza por una infección grave que afecta a las mujeres después del parto. Entre sus síntomas se incluyen fiebres altas, dolor abdominal, escalofríos, y una progresión rápida hacia una infección sistémica que puede resultar letal si no se trata correctamente. Por aquel entonces, la falta de conocimientos sobre el campo de la microbiología y la asepsia hacía que la propagación de enfermedades en los hospitales fuese común.
Un descubrimiento revolucionario
Semmelweis descubrió que los médicos y estudiantes de medicina solían atender partos al momento de realizar una autopsia, sin lavar sus manos. Por ello, hipotetizó que algún tipo de partícula invisible se transfería de los cadáveres a las mujeres, causando así la fiebre puerperal.
Como solución, el doctor introdujo la práctica del lavado de manos con una solución de hipoclorito de calcio antes de examinar a las pacientes. Esta medida consiguió reducir considerablemente la tasa de mortalidad en la clínica, pasando del 30% al 2% o menos.
Este descubrimiento se adelantó a su tiempo, pues la teoría de los gérmenes aun no estaba desarrollada por aquel entonces. Semmelweis no pudo explicar científicamente por qué el hecho de lavarte las manos con una solución desinfectante era tan efectivo. Sin embargo, la comunidad científica y médica de la época se resistió a aceptar sus hallazgos por la falta de una base teórica que fuese clara y también por el orgullo profesional de muchos médicos, que se negaban a admitir que sus prácticas contribuían a la muerte de las pacientes.
Pese a la evidencia, las ideas del doctor Semmelweis fueron recibidas con gran escepticismo y rechazo. Muchos de los médicos se sentían ofendidos por la sugerencia de que ellos eran responsables de la propagación de la enfermedad en los hospitales. Él, a pesar de todo, defendió y defendió su teoría, hasta el punto de aislarse profesionalmente.
En 1861, publicó sus hallazgos en un libro llamado Die Ätiologie, der Begriff und die Prophylaxis des Kindbettfiebers (La etiología, el concepto y la profilaxis de la fiebre puerperal), pero no tuvo el impacto deseado. Por ello, Semmelweis empezó a escribir cartas públicas a médicos prominentes, en las que les atacaba por su negativa de aceptar el descubrimiento, algo que por desgracia, deterioró más su reputación.
El triste final de Semmelweis y su reconocimiento póstumo
En sus últimos años de vida, Semmelweis padeció problemas de salud mental, hasta el punto de internar en un hospital psiquiátrico. Allí se dice que se le trató con gran brutalidad, causándole heridas e infecciones generalizadas. Al poco tiempo falleció, con 47 años, en unas circunstancias trágicas, de manera irónica, su muerte se debió a causa de una septicemia, la misma enfermedad por la que luchó durante toda su vida profesional.
Sin embargo, con el desarrollo de la teoría de los gérmenes de Louis Pasteur y Joseph Lister en décadas posteriores, los descubrimientos de Semmelweis se reconocieron y valoraron finalmente. Lister aplicó conceptos de antisepsia en cirugía basados en los principios de Semmelweis, lo que marcó un cambio drástico en la medicina moderna.
Hoy en día, a Ignaz Semmelweis se le recuerda como el «Salvador de las Madres» y su trabajo es un pilar fundamental en la prevención de infecciones en hospitales. Su legado perdura en la medicina moderna y en la importancia de la higiene en la práctica clínica.