Lo que Elvis nos enseñó sobre la depresión
Rememoramos la trágica contienda de Elvis Presley contra una vida de excesos, de drogas y de rock and roll
Una noticia tronaba la tarde del 16 de agosto de 1977: Elvis Presley, artista e icono pop indiscutible, había fallecido a causa de un infarto. Esa misma mañana Ginger Alden, su prometida por aquel entonces, le encontró inconsciente en el baño de su domicilio de Tennessee. Fue trasladado rápidamente al hospital, pero todo esfuerzo médico por reanimarle fue fútil. El rey del rock había muerto a las 3 y media de la tarde a la edad de 42 años.
Mucho se ha hablado de Elvis. Y no es para menos: fue todo un fenómeno cultural durante los años 50 y 60, su tupé, movimientos y carisma han quedado inmortalizados para siempre en el imaginario colectivo… A día de hoy incluso algunos aspectos de su vida siguen generando cierta controversia. Tributos, imitadores y un biopic protagonizado por Austin Butler; casi 50 años después de su muerte Elvis sigue siendo una figura celebrada y querida. Sin embargo, detrás de toda esa historia de fama y de éxito se esconde la vida de un personaje achacado por la depresión. Un lado de la estrella que la cultura popular ha olvidado de forma conveniente.
El nacimiento de un mito
Elvis nació un 8 de enero de 1935 en Tupelo, Mississippi. En esta región del sur norteamericano, la música gospel, blues y country estaban a la orden del día, e influenciaron a Elvis desde una edad muy temprana. Con tan solo diecinueve años, en 1954, Elvis grabó su primer single, un cover del tema ‘That’s All Right’ del bluesman Arthur Crudup. Quizá fue su comercial mezcla de géneros, su actitud rebelde, su aspecto jovial y atractivo, su presencia magnética en el escenario o una mezcla de todo ello; en cualquier caso, el single se convirtió en un éxito y catapultó a un jovencísimo Elvis a la fama mundial.
Dos años después, en 1956, lanzó su álbum debut, Elvis Presley, que contuvo éxitos como ‘Blues Suede Shoes’ o el cover de la popular ‘Tutti Frutti’ de Little Richard.Durante los años posteriores, Elvis continuó lanzando álbumes y singles de éxito internacional, consistentemente alcanzando el primer puesto en ventas una y otra vez. También comenzó a protagonizar películas, las cuales muchas veces servían para promocionar su música.
Elvis: cómo la fama mató a la estrella
Sin embargo, este éxito masivo del que había sido sujeto comenzó a hacer mella en el cantante. El ritmo de trabajo y el nivel de exigencia que se había autoimpuesto durante casi dos décadas le causaron muchos problemas de ansiedad y estrés que terminaron por afectar a sus relaciones interpersonales. En 1973, de hecho, se divorció finalmente de su esposa Priscilla, con la que había estado durante catorce años. Este patrón de relaciones inestables se mantuvo constante hasta el día de su muerte, rompiendo su relación con la modelo Linda Thompson en 1976 poco antes de comenzar a salir y de comprometerse con Ginger Alden.
Durante sus últimos años, Elvis sufrió un cambio radical. Ganó muchísimo peso, se volvió paranoico e irritable y comenzó a mostrar hábitos cada vez más erráticos y nocivos. Se daba atracones de comida, pasaba largos períodos de tiempo encerrado sin querer contacto con nadie y comenzó a descuidar su higiene personal, todo esto mientras desarrollaba una fuerte dependencia por las anfetaminas que le impidió viajar sin la presencia de su médico personal, George Constantine Nichopoulos, más conocido como Dr. Nick. El rey del rock se convirtió en una sombra de lo que había sido.
Aunque nunca llegó a confirmarse expresamente, todo el cuadro clínico previo, su comportamiento, y los patrones de sus relaciones interpersonales sugerían que el cantante estaba sumido en una profunda depresión. Así lo confirmaron las personas que rodearon a Elvis durante esta etapa y que fueron alejándose progresivamente de él, como Priscilla o sus amigos Red y Sonny West y David Hebler, que llegaron a revelar que la estrella comenzó a expresar pensamientos suicidas tiempo antes de su trágico deceso.
¿Qué hemos aprendido?
La espiral de autodestrucción del cantante llego a su fin la tarde del 16 de agosto. Su prometida, la actriz Ginger Alden, lo encontró inconsciente en el suelo del baño, una hora antes de que se pronunciase finalmente su muerte. Los informes toxicológicos postmortem revelaron una alta presencia de codeína y varios opiáceos en sangre. El abuso de sustancias y la dieta hipercalórica que seguía causaron un deterioro en su salud, terminando por destruir completamente a una persona que se encontraba emocionalmente rota.
Tras todo esto queda una pregunta por hacerse: ¿hemos cambiado algo como sociedad? El fallecimiento de Elvis fue un suceso trágico que no deja de ser un reflejo de una sociedad ofuscada con la cultura del éxito y la fama. Sociedad que, además, pudo influir en la muerte del artista de forma indirecta. Elvis Presley entró en esa espiral de autodestrucción con el beneplácito de una comunidad de fans completamente indulgentes con su comportamiento. Incluso décadas después de la muerte del rey del rock and roll, la gente sigue recordando con cierta frivolidad el conocido como Sandwich Elvis, un bocadillo hipercalórico de bacon frito, crema de cacahuete, plátano y miel con el que el cantante se obsesionó completamente durante sus últimos años de vida y que fue en parte causante del empeoramiento de su salud.
La depresión es algo difícil con lo que batallar y sus signos, aunque evidentes en muchas ocasiones, pueden complicar la ayuda a las personas de nuestro entorno que la padecen. Ante esto solo queda recordarles que no estan solos, que su perseverancia es motivo de nuestro orgullo. Que existe luz al final del túnel.