Manos Unidas
Manos Unidas es una de las principales ONGs que combaten diariamente las dificultades generadas por la pobreza, las guerras y el hambre
Manos Unidas nació como respuesta concreta a una llamada que, en pleno siglo XX, interpeló a la sociedad española a combatir las raíces del hambre y la pobreza. En 1955, la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas proclamó «la guerra al hambre»; cuatro años después, las Mujeres de Acción Católica en España lanzaron la primera Campaña contra el Hambre y, en 1960, cristalizó la entidad que hoy conocemos. Su origen explica su modo de actuar: una organización que combina fe y compromiso civil para impulsar cambios tangibles allí donde más apremian las carencias básicas, entre ellas la salud.
Con el tiempo, esa intuición inicial se convirtió en una misión definida: luchar contra la pobreza, el hambre, la malnutrición, la enfermedad y las carencias educativas, abordando además las causas estructurales que las perpetúan como la injusticia, el desigual reparto de bienes y oportunidades o la indiferencia. Ese marco, que enlaza la atención inmediata con la transformación a largo plazo, sitúa la sanidad como un eje inseparable del desarrollo humano.
La organización articula su trabajo en dos líneas complementarias. Por un lado, la sensibilización dentro de España, que denuncia las causas del hambre y promueve cambios de hábitos y de mirada; por otro, la financiación y el seguimiento de proyectos de desarrollo integral ejecutados por socios locales en países empobrecidos. Esta doble vía permite sostener programas sanitarios al tiempo que se consolida una base social informada y exigente, capaz de sostenerlos en el tiempo.
Alcance y estructura
El alcance reciente da la medida de esa combinación de conciencia y acción. En 2023, Manos Unidas aprobó 550 proyectos en 51 países por un importe superior a 40,7 millones de euros, de los cuales 79 fueron iniciativas de emergencia. La entidad trabajó con más de 6.000 voluntarios y recibió el apoyo de más de 71.000 socios, una base imprescindible para mantener abiertos dispensarios, formar agentes comunitarios de salud o reforzar redes de atención primaria en zonas rurales. Estos datos no son únicamente contables: describen la escala a la que la organización puede incidir en determinantes de salud (agua, nutrición, vivienda, educación) que explican la mayor parte de la carga de enfermedad en contextos de pobreza.
La estructura organizativa está diseñada para que esa presencia nacional se traduzca en eficacia y control. La Asamblea General, en la que participan las 72 presidentas-delegadas diocesanas junto a la Comisión Permanente y un representante de los servicios centrales, es el órgano de gobierno; la Comisión Permanente dirige el funcionamiento ordinario y se reúne mensualmente. A nivel diocesano, equipos directivos replican la estructura básica; a nivel central, áreas especializadas (de proyectos, delegaciones, educación para el desarrollo, gestión financiera o comunicación) sostienen la gestión técnica. Además, la entidad explicita que los responsables de área son voluntarios y no perciben retribución, en cumplimiento de la Ley 19/2013 de transparencia. Esta arquitectura enlaza gobernanza, capilaridad territorial y profesionalidad.
Atención a los más vulnerables
Cuando la mirada se centra en la sanidad, la intervención de Manos Unidas combina prevención, fortalecimiento de sistemas y atención maternoinfantil. La organización impulsa la construcción, equipamiento y mejora de infraestructuras sanitarias; promueve vacunaciones y medicina preventiva; forma agentes de salud comunitarios en nutrición e higiene; y refuerza la atención prenatal y posnatal para reducir mortalidad materna e infantil. El enfoque es integral: prevenir donde puede prevenirse, tratar donde debe tratarse y crear capacidades locales que perduren.
Los ejemplos concretos iluminan esa apuesta. En India, la organización apoya desde 2025 clínicas móviles que recorren diecisiete barrios marginales de Calcuta para mejorar la salud de mujeres embarazadas y de sus hijos hasta los dos años, combinando consultas, derivaciones y educación sanitaria, una fórmula especialmente eficaz donde el acceso a centros de salud es errático o inexistente. En Guatemala, proyectos de salud integral con adolescentes, jóvenes y mujeres trabajan la prevención y el acceso a servicios básicos en comunidades del Altiplano y la Costa, integrando salud sexual y reproductiva, nutrición y fortalecimiento comunitario. Ambos casos revelan un patrón: trabajar con socios locales, definir metas medibles y hacer de la educación sanitaria una herramienta de equidad.
Campañas exitosas
La dimensión de sensibilización, por su parte, ha colocado la salud en el centro de campañas emblemáticas. En 2012, La salud, derecho de todos vinculó el trabajo de la ONG con los Objetivos del Milenio y con la lucha frente al VIH, la malaria y enfermedades desatendidas, reivindicando que el acceso a la salud es una cuestión de justicia y responsabilidad social. A esa campaña se sumó el Día del Ayuno Voluntario, gesto simbólico y pedagógico con arraigo en la entidad. Más recientemente, la iniciativa 24 horas, celebrada en 2023, volvió a movilizar a miles de personas, con especial foco en jóvenes, en una acción global que conecta la sensibilización con la financiación de proyectos de desarrollo, incluidos los sanitarios.
La acción sanitaria de Manos Unidas no se limita a abrir dispensarios o dotar salas de partos; busca alterar los determinantes que enferman y empobrecen a las comunidades. Por eso los proyectos de salud suelen dialogar con iniciativas de agua y saneamiento, seguridad alimentaria o educación, y por eso la organización cuida su gobierno, su presencia territorial y su base social: porque la salud, entendida como bien público y derecho humano, exige continuidad, control y alianzas. La historia de la entidad y sus resultados recientes sostienen la idea de que invertir en salud salva vidas hoy y cambia sociedades mañana, siempre que se haga con rigor, proximidad y la mirada puesta en las causas.

