Tras la pista de la piedra filosofal
Los alquimistas practicaron las ciencias ocultas y buscaron incansablemente la piedra filosofal en estos destinos
A día de hoy ya no existen, pero hubo un momento en que los alquimistas eran considerados investigadores del más elevado nivel. Sus orígenes parecen remontarse al Egipto antiguo, pero se han encontrado testimonios de su práctica en lugares tan dispares como el Imperio Bizantino, la India, China o el mundo árabe. Entre sus objetivos se destacaban principalmente la transmutación y manipulación de la materia y el alcance de la inmortalidad. Gran parte de estos propósitos se recogen en las obras de Zósimo de Panópolis, el autor con los textos más antiguos sobre la materia de los que se tenga constancia.
Precisamente, una de las grandes obsesiones de los alquimistas a lo largo de la historia tiene su primera mención en una de las obras de este autor. La piedra filosofal, que muchos reconocerán por ser el foco del primer libro (y película) de la saga de Harry Potter, ha sido un objeto de deseo legendario. La vida eterna, la transmutación en oro de los más vulgares metales, la cura de cualquier enfermedad, ¿quién no los querría para sí? Siglos de búsqueda concluyeron que este artefacto no es sino un mito, una fabricación, una sublimación de los deseos más trascendentales de nuestra especie. Sin embargo, su influencia aún puede notarse en algunos lugares y culturas. Es por ello que, en pleno apogeo del interés popular por el esoterismo y el ocultismo, dejamos cinco destinos que se han ligado a la alquimia y a la búsqueda de la piedra filosofal.
El París esotérico: la Maison de Nicolás Flamel
Se acerca San Valentín y París resulta uno de los destinos más típicos (y tópicos) para celebrar el amor. No obstante, la capital gala guarda también secretos y enigmas. Uno de los nombres más ligados a la piedra filosofal es Nicolás Flamel, un escribano de los siglos XIV y XV que, según las leyendas, logró crearla y alcanzar la inmortalidad junto a su esposa, Pernelle.
Flamel, cuya vida y obra están rodeadas de misterio, descubrió supuestamente los más grandes secretos alquímicos en un antiguo libro hebreo. Hoy, la casa de Nicolas Flamel, ubicada en la Rue de Montmorency, es un destino imprescindible para los amantes del ocultismo. Aunque la leyenda no sea más que eso, una leyenda, su epitafio (que se puede visitar en el Museo Cluny de la urbe francesa) y su residencia han atraído a generaciones de buscadores y curiosos.
Praga: la ciudad de los alquimistas
Otro destino popular es Praga. Durante siglos, se ha considerado a la capital de la República Checa como un epicentro de la cultura alquímica. Bajo el reinado del emperador Rodolfo II de Habsburgo a finales del siglo XVI, la ciudad se convirtió en un refugio para alquimistas, astrólogos y científicos. El emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, obsesionado con los misterios del universo y la búsqueda de la piedra filosofal, invitó a figuras como John Dee y Edward Kelley, dos de los más célebres ocultistas ingleses.
Además del Speculum Alchemiae, un museo dedicado íntegramente a la historia de la alquimia en la ciudad, la capital checa es hogar del histórico Callejón del Oro. Ubicada al lado del Castillo de Praga, la vía es uno de los sitios más emblemáticos del reinado de Rodolfo II. Según las historias, los alquimistas trabajaban en sus pequeñas y coloridas casas, experimentando con metales y fórmulas que diesen con el elixir de la vida. Como dato curioso, el icónico escritor Franz Kafka llegó a vivir en uno de estos domicilios.
Salamanca: la cueva del Diablo
De Praga pasamos a territorio patrio. En España, la Cueva de Salamanca es una localización envuelta en mito y magia. Según cuenta la leyenda, esta cueva que servía como cripta de la antigua iglesia de San Cebrián fue el lugar donde el Diablo enseñaba nigromancia y ciencias ocultas a un grupo selecto formado por siete alumnos.
Destaca particularmente la historia del Marqués de Villena, un noble medieval. Según el relato, el Marqués fue uno de los discípulos de Satanás, quien seleccionaba al azar a uno de sus estudiantes para acompañarle por toda la eternidad como pago por sus enseñanzas. Cuando, por un traspié de la fortuna, seleccionó al Marqués de Villena, este decidió huir. Escapó, pero en el proceso perdió su sombra.
Egipto: la alquimia en las tierras de los faraones
Egipto, cuna de muchos avances de la antigüedad, es otro de los lugares considerados como el origen de la alquimia. Es más, la palabra misma proviene del árabe «al-kimiya«, que algunos han llegado a asociar con Kemet, el antiguo nombre de Egipto, la «tierra negra». Los textos alquímicos encontrados sobre el antiguo Egipto conectaban el proceso de transmutación con la espiritualidad y la salud eterna.
Entre los lugares más simbólicos destacan el Templo de Luxor, en donde los sacerdotes realizaban rituales y ceremonias relacionados con la regeneración; y la Gran Pirámide, que se consideraba un centro de transmutación del alma hacia la eternidad. Como dato extra, nuestro amigo Zósimo de Panópolis fue egipcio de nacimiento.
China: el Templo del Cielo
La alquimia, aunque en su origen fuese una protociencia antesala de disciplinas como la química, tiene una profunda conexión con la espiritualidad, como ya hemos podido comprobar. Tradiciones espirituales hay muchas, por supuesto, pero algunas de las más interesantes son las que se practican en el sudeste asiático. De todas ellas, vamos a quedarnos con el taoísmo chino.
La alquimia en China guarda una estrecha relación con esta filosofía espiritual, y también, a diferencia de la alquimia europea, estaba más centrada en la medicina. Aunque ellos no mencionasen expresamente la piedra filosofal, sí que se preocuparon por la búsqueda de un elixir de la vida que garantizase su inmortalidad. De todos los templos de tradición taoísta, quizá el más importante e impresionante sea el Templo del Cielo, en Pekín. En esta construcción se realizaban rituales en los que, siguiendo los principios taoístas, hombre y cosmos se fundían en uno solo.