5 de enero
El 5 de enero de 2002 Japón revolucionó el mundo de la Medicina con una noticia prometedora: habían desarrollado el primer ojo artificial. Los responsables, un equipo de la Universidad de Tokio dirigidos por el profesor Makoto Asashima, realizaron las primeras pruebas en renacuajos de rana, dadas las similitudes existentes entre el funcionamiento del ojo humano y el de de estos anfibios. Para ello, extrajeron células madre de embriones de rana de la especie Xenopus laevis y las cultivaron en una solución de ácido retinoico. Tras esto, trasplantaron el globo ocular a un renacuajo al que se le había extraído previamente un ojo. Una semana después, ante la ausencia de rechazo del dispositivo, comprobaron su eficacia y comunicaron sobre su éxito.
Este ojo artificial replicaba el funcionamiento de la visión humana mediante unos sensores de luz que captaban las imágenes y las transmitían mediante impulsos eléctricos al sistema nervioso. Así, pacientes con enfermedades degenerativas fueron capaces, de forma parcial, de recuperar la visión, un logro hasta entonces impensable.
Además de para la Medicina en general, esta noticia se convirtió en una revolución para el campo de la Oftalmología en particular. La opción de devolver la vista a gente que la había perdido completa o parcialmente se presentó como una esperanza para todos estos pacientes. Una esperanza que no se limitó a la creación del ojo artificial, sino que abrió también las puertas al desarrollo de otros órganos artificiales. Actualmente, el mayor desafío en este campo supone la creación de órganos completamente funcionales y que puedan dar independencia a los pacientes receptores sin necesidad de tratamientos adicionales.