Estúpidos, codiciosos y malvados
“… Es la miseria la que produce los bandidos: generalmente campesinos empobrecidos por los odiosos tributos y la hambruna, a los que no queda otra elección que echarse al monte.
Rómulo parecía contemplar los tupidos bosques de encinas y de fresnos que flanqueaban el sendero o los pastores que aquí y allá vigilaban al pastar de alguna enjuta vaquilla. Y sin embargo escuchaba y su respuesta fue acertada:
– Imponer tributos que arruinan a la gente no es solo injusto, sino también estúpido. Un hombre arruinado no paga ya ningún tributo, y si se convierte en bandido obliga al Estado a gastar más aún para volver seguros los caminos.
– Tu observación es muy acertada -dijo cortésmente Ambrosino-, pero tal vez es demasiado simple para que pueda ser puesta en práctica. Los gobernantes son seres codiciosos y los funcionarios a menudo estúpidos, y estos dos problemas traen consigo consecuencias espantosas.
– Pero debe de haber una explicación a todo esto. ¿Por qué ha de ser por fuerza un gobernante codicioso y un funcionario necesariamente estúpido? Tú me has enseñado muchas veces que Augusto, Tiberio, Adriano, Marco Aurelio fueron príncipes prudentes y honestos que castigaban a los gobernantes corruptos. Pero tal vez ni siquiera esto es cierto: tal vez el hombre ha sido siempre estúpido, codicioso y malvado.”
Conversación sacada de la novela La última legión (2002, Valerio Massimo Manfredi), entre Ambrosino y Rómulo.
Una novela escrita en 2002 sobre un periodo tan alejado en el tiempo y, sin embargo, tratando un tema tan cercano, que nos afecta de lleno: la pérdida sistemática de poder adquisitivo de los trabajadores (empleados, autónomos y pequeños empresarios), ahogados por innumerables impuestos, subidas de precios desorbitadas, una gestión elefantiásica cada vez más compleja, impenetrable y alejada para los ciudadanos. En la teoría, se supone que nuestras “democracias” deben velar por nuestro bienestar. Solo es una suposición. Al final, al campesino (ciudadano) no le dejarán otra opción que echarse al monte y nada, ni el fútbol, podrá pararlo. Si eso llega, lo lamentaremos. Avisados estamos.
José Luis Águeda
«Los hombres poderosos tienen manos que alcanzan lejos» William Shakespeare