Los hongos producen algunas enfermedades de la piel como la caspa, la tiña o el pie de atleta, pero hay otros que causan problemas más graves

Los hongos, por lo general, no suelen ser transmisores de enfermedades, sino que son los propios causantes de algunas de ellas. Estas afectan a humanos, animales e incluso a las plantas.

Cuando algunos hongos causan afecciones, normalmente es a individuos que están inmunocomprometidos, por su sistema inmune débil. Los hongos se encuentran en el ambiente, habitualmente en forma de esporas, y por lo tanto, los respiramos a diario y forman parte de nuestra microbiota y de los microorganismos que están en nuestra piel. En los organismos que tienen el sistema inmune débil, estos hongos crecen y se reproducen de manera más rápida, y por ello provocan afecciones.

Hay afecciones más leves que pueden dañar la piel por los dermatofitos, que pueden provocar la caspa, la tiña (tanto en humanos como en animales) o el pie de atleta. Sin embargo, estos también pueden causar enfermedades más graves, como afecciones en los pulmones por la inhalación de esporas, como por ejemplo la aspergilosis y la mucormicosis. También provocan afecciones habituales como puede ser la candidiasis, provocada por hongos del género Cándida.

Los hongos afectan a las plantas también, y son muy relevantes en la agricultura, pudiendo afectar a plantas y cultivos vegetales en diferentes formas. Esto puede llegar a ser un problema grave por el colapso de las plantas y los cultivos, causando enormes pérdidas en todo el mundo. Por ejemplo, algunos hongos del género Penicillium causan la putrefacción de limones, naranjas, mandarinas, etc.

El problema existente con respecto a los hongos es que los tratamientos antifúngicos que existen tanto para las plantas como para los humanos son pocos, y llevan utilizándose demasiado tiempo, por lo que los hongos se empiezan a resistirse ante ellos. Por ello, es muy importante la investigación sobre esta especie y el desarrollo de nuevos tratamientos.