La relación entre el cerebro y el bostezo
Este acto involuntario, que conlleva la apertura amplia de la boca y una inhalación profunda seguida de una exhalación, está ligado con la regulación y el funcionamiento cerebral
El bostezo es un reflejo fisiológico que está presente desde los seres humanos hasta los peces. Aunque su propósito exacto aún no se comprende por completo, investigaciones recientes han arrojado luz sobre su papel en la regulación de la actividad cerebral.
Una de las teorías más aceptadas en la actualidad dice que el bostezo ayuda a regular la temperatura cerebral. El cerebro, al igual que otros órganos, genera calor durante su funcionamiento. Por lo que cuando está demasiado activo o sobrecalentado, la eficiencia de sus funciones puede disminuir y el bostezo puede actuar como un sistema de enfriamiento. Al abrir la boca y permitir una inhalación profunda, se incrementa el flujo de aire fresco hacia la cavidad oral, lo que podría enfriar la sangre que circula hacia el cerebro. Además, la contracción de los músculos durante el bostezo ayuda a aumentar la circulación sanguínea, facilitando la disipación del calor.
El bostezo también se relaciona con el estado de alerta y la conectividad cerebral. Algunos estudios han indicado que bostezar puede aumentar la actividad en ciertas regiones del cerebro, como la corteza prefrontal, que está involucrada en la toma de decisiones y la atención. Esto sugiere que, lejos de ser un signo de pereza, el bostezo puede actuar como un mecanismo para «reiniciar» el cerebro y optimizar su funcionamiento.
Bostezo y empatía, comunicación y neurotransmisores
El bostezo tiene también un componente social y emocional. El bostezo contagioso, que ocurre cuando vemos o escuchamos a alguien bostezar, está estrechamente vinculado con la empatía. Esta reacción refleja la capacidad del cerebro para sintonizar con los estados emocionales y físicos de otros. Según diversos estudios, las personas con niveles más altos de empatía tienden a contagiarse más fácilmente del bostezo.
Este acto involuntario asimismo está relacionado con la actividad de ciertos neurotransmisores como la dopamina, la serotonina y el óxido nítrico. Estos químicos cerebrales influyen en el estado de ánimo, el ciclo de sueño-vigilia y la motivación. Por ejemplo, un aumento en la actividad de la dopamina puede desencadenar bostezos, lo que explica por qué algunas afecciones neurológicas, como el Parkinson, se asocian con un aumento en la frecuencia de los bostezos.