Editorial

Zorras, Goyas y pollas

Vaya semanita la pasada. Yo estoy encantado, me encanta la libertad de expresión y que cada uno diga lo que quiera, incluso si se ejerce con un lenguaje grosero, soez, barriobajero… Hasta a mí me han entrado ganas de manifestarme con similares chabacanas expresiones y echarme unas risas, porque mira que nos encontramos bien cuando decimos lo que nos sale de los cojones o los ovarios, ¿a qué sí? Es terapéutico.

Sin que sirva de precedente, yo también estoy de acuerdo con Pedro. La canción que nos va a representar en Eurovisión, Zorra, es una canción ochentera y con ritmo. Mola. Igual hasta ganamos y salimos en masa a los balcones y en vez de aplaudir, gritamos todos ZORRA a los cuatro vientos. Me decía mi amigo Aniceto, que él sustituiría la palabra zorra por guarra, porque le parecía una expresión más cerda y, en definitiva, más ibérica, más nuestra.

A la par que se hablaba en toda la España deconstruida de la Zorra canción, se puso el campo en “tractor de guerra” y, por supuesto, salieron las más zorras (por astutas) del gobierno vociferando a siniestra y siniestra, que el campo es ultra no sé qué y ultra no sé cuántos. La respuesta no se hizo esperar y los campesinos ultra hasta los cojones de tomaduras de pelo amenazaron con ir a la celebración de los Goya en Valladolid a cobrarse como trofeo el nabo de Pedro, por expresarlo en términos más agrícolas, dadas las circunstancias. Pero Pedro ordenó parapetar Valladolid con varias legiones de pretorianos y salvar de esta forma su nabo, que salió de la celebración de los Goya, más brillante, suave y pulido que cuando entró. Tanto fue jaleado y baboseado que, hasta una, con cara de lujuria, micrófono en mano, en un alarde de amor sin medida hacia él y sus circunstancias, a punto estuvo de abrirse de piernas y entregarle su higo húmedo y fresco y convertir el momento en un frenesí de olores, colores y sonidos que hubiesen deleitado hasta el éxtasis a unos asistentes tan entregados a la pétrea causa siempre. En plena gala, llegó el momentazo, qué descojone con Antonia San Juan, cuando dice la de pollas que se ha comido y no digamos cuando entra en diálogo Marisa Paredes, nos partimos los culos, los higos y las pollas, las comidas y las que no. ¿Por qué no ha gustado este diálogo? En primer lugar, replican uno de la película Todo sobre mi madre. En segundo lugar, qué mejores palabras se podían decir para, acto seguido, presentar a Sigourney Huever (o era Weaver) y es que no hay polla sin huevos, así de claro. Con los huevos que mostró interpretando su personaje de la teniente Ripley. Lo dicho, la mejor introducción. Siempre me quedará la duda de qué hubiese pasado si es un actor el que menciona los coños que se ha comido… ¿?

Hay una cosa que aún me ronda la cabeza y que me dejó loco, colega, cuando la periodista del higo húmedo y palpitante, le pregunta qué películas le han gustado y Pedro responde que ha visto muchas. En dos palabras: ¡Impresionante! ¿Cómo lo hace? Cómo se puede estar al frente de una organización, de un gobierno, de un país en proceso de descomposición, de darle, darle y darle a todo y tener tiempo de ver mogollón de pelis. ¡Eh!, ¡y viajando en Falcon hasta para mear! No me extraña que tengas siete millones de votos, a mí también me has “ganao”, eres un puto crack, Pedro. Por cierto, no me extraña que te haya encantado La sociedad de la nieve, ¡mira que eres golosón!

Bueno, espero que nadie se sienta ofendido por lo escrito aquí, solo son palabras inofensivas, como las de cualquiera. Al que le parezcan bien, bien y al que no…

José Luis Águeda

Editor

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