La conexión entre el ejercicio físico y la salud mental
En los últimos años, el interés por la salud mental ha ido en aumento de manera considerada
La gente ya habla abiertamente de la ansiedad, la depresión, el estrés y otras enfermedades emocionales o mentales. Por ello, expertos inciden en una herramienta accesible para todo el mundo, gratuita y que está científicamente respaldada: el ejercicio físico. Además de sus conocidos beneficios para el cuerpo, hacer deporte también transforma la mente humana, ¿por qué? La respuesta es sencilla: existe una gran conexión entre el cuerpo y la mente.
El cerebro también hace ejercicio
Cuando realizamos ejercicio físico, el cuerpo no es el único que se pone en marcha. Nuestro cerebro responde a esta actividad liberando neurotransmisores como la dopamina, la serotonina y las endorfinas, que son sustancias químicas que influyen directamente en nuestro estado emocional. Estos neurotransmisores pueden reducir la sensación de dolor, mejorar la concentración, disminuir los niveles de estrés y hasta producir placer.
Uno de los efectos más conocidos de realizar ejercicio físico es el llamado “subidón del corredor”, que es una sensación de euforia que experimentan muchas personas después de correr.
Aunque no todas las actividades físicas generan este efecto, es cierto que casi cualquier tipo de movimiento sostenido mejora el ánimo y reduce síntomas depresivos o ansiosos.
El ejercicio como herramienta contra la depresión y la ansiedad
Numerosos estudios científicos han demostrado que hacer ejercicio de forma regular puede ser tan efectivo como algunos tratamientos farmacológicos o psicológicos en casos leves de depresión. Incluso en algunos casos más graves, el deporte puede funcionar como un complemento. Por ejemplo, caminar media hora al día, tres o cuatro veces a la semana puede marcar una gran diferencia.
En el caso de la ansiedad, la actividad física ayuda a disminuir la tensión muscular, mejora la calidad del sueño y además ofrece una distracción saludable frente a pensamientos intrusivos. Al movernos, también entrenamos nuestra capacidad de enfocarnos en el presente, algo que tiene efectos similares a otras prácticas como la meditación o el mindfulness.
El ejercicio no solo produce efectos químicos inmediatos, sino que también cumple con un rol importante como hábito. Tener una rutina de ejercicio físico ofrece un sentido de propósito, control y regularidad, tres factores fundamentales para mantener la estabilidad emocional.
Asimismo, hacer ejercicio puede fortalecer la autoestima. Según vamos viendo mejoras en nuestra fuerza, resistencia o aspecto físico, desarrollamos una imagen más positiva de nosotros mismos. Pero esto no trata de cumplir con estereotipos estéticos, sino de sentirse bien, sentir que avanzamos y que somos capaces.
Aliado contra la soledad y la importancia de ser constante
Muchas actividades físicas tienen un importante componente social, y es que jugar un partido de fútbol, ir a una clase de baile o salir a caminar con un amigo son formas de conectar con otras personas y reducir el aislamiento. La interacción social es fundamental para la salud mental, y el deporte es una vía natural para fomentarla.
En tiempos donde el aislamiento es un factor de riesgo creciente, especialmente después de la pandemia, buscar formas de ejercicio que involucren a otras personas puede aportar tanto al cuerpo como al corazón.
Algo con lo que estamos equivocados la mayoría de las personas es que el ejercicio solo sirve si es intenso o prolongado. No. Lo más importante es la regularidad, la constancia. Tener sesiones breves de movimiento, como 10 o 15 minutos puede tener efectos positivos si se realizan con frecuencia. La clave es encontrar una actividad que nos haga disfrutar, ya sea bailar, montar en bici, nadar o simplemente dar un paseo.
No todos los días tenemos la misma energía, y eso está bien. Lo importante es crear el hábito sin caer en la culpa o la exigencia excesiva. El ejercicio debe ser un aliado, no una carga.
Escuchar al cuerpo y a la mente
Aunque el ejercicio es una herramienta valiosa para mejorar la salud mental, no reemplaza la atención profesional cuando se necesita. Si una persona experimenta síntomas persistentes de ansiedad, depresión u otro tipo de malestar emocional, lo ideal es consultar con un psicólogo o psiquiatra.
En paralelo, moverse puede ser parte de un enfoque integral del bienestar. Tenemos que escuchar al cuerpo, respetar los límites, buscar actividades placenteras y disfrutar del movimiento como una forma de cuidado personal. Esto son estrategias que nos acercan a una mejor salud mental.
La conexión entre el ejercicio y la salud mental es clara y poderosa. Más allá de los músculos o la forma física, movernos nos ayuda a pensar con mayor claridad, a sentirnos mejor y a enfrentar con más fuerza los desafíos cotidianos. En un mundo cada vez más acelerado y exigente, regalarse un rato para caminar, estirarse o bailar puede ser un acto de amor propio con grandes beneficios.