Editorial

La putridez

Tras una ola de calor intensa que todo lo abrasaba a su paso (pocas se recordaban así), el 19 de junio de 2022, el calor que todo lo achicharró, se esfumó y un viento fresco inundó España desde Andalucía hasta los Pirineos (Canarias, Ceuta y Melilla incluidas). Todo mejoró ostensiblemente: la temperatura, el color del cielo, el campo… hasta el olor fue diferente, un olor fresco y limpio.

Tras un domingo maravilloso, serían alrededor de las diez de la noche, no recuerdo bien, en la televisión se sucedían diferentes personajes haciendo diferentes valoraciones de unos resultados electorales que se habían producido ese mismo día. De repente, salió en pantalla una mujer. Un olor asqueroso empezó a inundar la estancia donde me encontraba, era un olor nauseabundo, a carne en estado de putrefacción avanzada. Me levanté del sofá buscando la procedencia de ese olor intenso, comprobé que alejándome del salón la intensidad del mal olor desaparecía y volví inmediatamente al salón. A medida que me iba acercando al televisor el olor se intensificó, era vomitivo. Al cabo de unos segundos, la mujer que estaba hablando desapareció de pantalla y el olor se esfumó de inmediato, como había desaparecido la ola de calor unas cuantas horas antes. Presa de la curiosidad, cogí el mando a distancia y rebobiné hasta que salió otra vez la mujer que, creía, había provocado semejante fetidez. De nuevo, al comenzar a hablar, el olor volvió a la estancia, ya no me quedaba ninguna duda, era la aparición de aquella mujer la que provocaba aquel olor maloliente, asqueroso, nauseabundo, putrefacto, olía a muerto. Estaba dispuesto a descubrir el porqué de aquel hecho sobrenatural. Me quité la camiseta y me tapé la nariz, consiguiendo amortiguar aquel pestilente olor. Conteniendo una nausea, conseguí leer de quién se trataba. Apagué inmediatamente el televisor y fue mágico, el olor a putrefacción se esfumó de nuevo. ¿Quién era aquel personaje? Busqué en internet, aquí y allá, no pude leer demasiado, se trataba de un personaje intelectualmente irrelevante y en otros muchos aspectos, deleznable. Se podría considerar que era un «muerto», que pertenecía a un partido político que ya no representaba a los españoles, ni a los trabajadores, ni a nada que pudiera considerarse decente, solo representaba a una maquinaria que se asemejaba más a una banda que a un partido político.

Aún quedan personas sensatas, honradas y honestas dentro de esas siglas. Mejor más pronto que tarde, deben dar un «puñetazo en la mesa» y echar a esa turba incendiaria que está dejando en la ruina interna económica, en la desolación intelectual y moral y en la irrelevancia diplomática internacional a una gran nación como la nuestra. La putridez debe desaparecer cuanto antes.

José Luis Águeda

Editor

Un comentario en «La putridez»

  • La tele huele demasiado mal demasiadas veces….. sobre todo dependiendo del cubo que sea…uyyy perdón de la cadena….jaja

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