Día Internacional del Yoga: beneficios, mitos y controversias de esta práctica
En 2014, la Asamblea General de Naciones Unidas proclama el 21 de junio como Día Internacional del Yoga, en reconocimiento a su popularidad y beneficios para la población mundial. Los efectos del yoga para la salud son a día de hoy globalmente reconocidos y cada vez más personas adoptan en su estilo de vida esta milenaria práctica. Son muchos los estudios científicos en los que se establece una clara relación entre la práctica de yoga y una mejora de la salud: reduce el riesgo de enfermedades cardiovasculares, ayuda a la gestión del estrés y la ansiedad, mejora de la flexibilidad y salud de las articulaciones, y alivia dolores crónicos, entre otros efectos positivos físicos y psicológicos.
El yoga es una práctica espiritual, una filosofía. Sus escritos, los Yoga Sutras, se remontan al siglo III a.C. y en ellos se describen técnicas para la ejercitación de la mente y el espíritu, y se desarrollan las creencias yóguicas. Sin embargo, su popularización en occidente es bastante más reciente, alrededor de los años 70, y su práctica ha aumentado considerablemente en los últimos dos años debido al impacto de la pandemia en la salud física y mental de la población mundial.
No hay duda de que hay un creciente interés en mirar el yoga a través de la lente del método científico moderno. En términos generales, todo aquel que haya incorporado el yoga a su vida ha podido experimentar sus beneficios. Por tanto, es de interés general que la comunidad científica sea capaz de descubrir, demostrar o desmentir las muchas afirmaciones sobre las propiedades terapéuticas del yoga.
¿Qué distingue al yoga de cualquier otra disciplina deportiva?
A pesar de sus ya más que demostrados y evidentes beneficios para la salud, los estudios no demuestran que el yoga aporte ventajas distintivas comparado con otros tipos de ejercicio físico. Pero hay algo que nosotros pensamos que la distingue: su capacidad de integrar bienestar corporal, mental y espiritual. Una práctica de yoga bien instruida y supervisada no solo conduce a la eliminación de toxinas, secreción de endorfinas y mejoras cardiovasculares a través del movimiento. Es también una fuente de relajación, de conocimiento personal, de entrenamiento en la gestión de emociones. El yoga es una práctica holística que integra el ejercicio de las posturas (āsanas), la regulación de la respiración (prānāyāma) y la meditación (dhyāna).
Luchar o huir
Hablemos de los impactos de la meditación descubiertos en el campo de la neurología. La amígdala es una de las regiones del cerebro más relevantes en la regulación de emociones y, en particular, de la respuesta “luchar o huir” (fight or flight). Ante situaciones de peligro, genera tensión muscular, taquicardia, aumento de las pupilas y la respiración. ¿Problema? Podemos empezar a almacenar ciertas experiencias como situaciones de estrés que debe resolver la amígdala. Y cuanto más usamos esta parte del cerebro, más aumenta su tamaño y nuestra tendencia a recurrir a ella para reaccionar. Es un círculo vicioso que muy comúnmente conduce a trastornos de ansiedad y problemas para regular el miedo y la angustia.
Se ha observado que la meditación provoca remodelaciones en la arquitectura cerebral, en concreto reduciendo el tamaño de la amígdala y aumentando la actividad en la corteza prefrontal que regula la toma de decisiones, la resolución de problemas, el razonamiento y la atención, contribuyendo directamente al tratamiento de trastornos derivados del estrés.
Nos encontramos en un momento de transición en el que prácticas como el yoga hasta hace poco desvinculadas de la ciencia moderna occidental comienzan a protagonizar estudios científicos y sus beneficios a ser validados.
Sin dejar a un lado una postura cautelosa frente a doctrinas que prometen resultados casi mágicos ante ciertas patologías o se basan en principios pseudocientíficos, podemos considerar el yoga como una práctica segura y altamente recomendada para enriquecer nuestra calidad de vida.